Mi llamadoMuestra

"Someterse a la molienda”



Aunque Moisés estaba siendo despertado para su llamado, la consecuencia de su reacción apresurada lo llevó a huir al desierto. Esos 40 años en el desierto parecían una existencia sin sentido para un príncipe, pero fue la escuela de Dios, a través de duros golpes, que lo preparó para asumir la responsabilidad de guiar a su pueblo a través del desierto durante los próximos 40 años. Fueron años de silencio, pero aun así, le brindaron la oportunidad de concentrarse en su familia sin las presiones de la vida política activa o las estresantes responsabilidades de liderar una comunidad indecisa a través del desierto. A pesar de lo extraño de estar en una tierra extranjera, Moisés experimentó la ayuda de Dios, la cual testificó a través de los nombres que les dio a sus hijos. Éxodo 18: 3 (RVR1960) dice: “y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Forastero he sido en tierra ajena; y el otro se llamaba Eliezer, porque dijo: El Dios de mi padre me ayudó, y me libró de la espada de Faraón”.



En nuestra prisa por conseguir esa “gran oportunidad” podemos intentar hacer cambios, sin embargo, podemos meternos en problemas. Durante esos momentos, es posible que simplemente tengamos que vivir las circunstancias y someternos a la disciplina de Dios. A pesar de las consecuencias de nuestro apuro, Dios será nuestro Eliezer (Dios es mi ayudador), aunque nosotros seamos un Gersón (extranjero en tierra extraña). La disciplina de Dios nos hace sensibles para escuchar y obedecer su llamado. Debemos apreciar la disciplina de los años tranquilos producto de rutinas monótonas. Los años tranquilos brindan un ambiente estable para nutrir nuestras almas y las de aquellos más cercanos a nosotros (Hebreos 12:1-13).



1 Tesalonicenses 4:11 (NVI) dice: “a procurar vivir tranquilos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado”.