¿Cuestión De Suerte?Muestra

Decisiones con efecto

Podemos seguir pensando tanto como queramos que, en la vida, todo es cuestión de suerte, pero lo que vemos aquí tiene su énfasis en otro asunto: nuestras decisiones.

En quién depositamos nuestra confianza, a quién consideramos nuestra brújula y hacia dónde pensamos que apunta el norte lo marcan todo, porque...

• Establecen cuál será el ancla al que agarrarnos en momentos de dificultad.
• Si lo haremos solos o con Alguien que nos ama.
• Si viviremos nuestra vida con esperanza y tranquilidad, porque aún en la noche somos cuidados y orientados en nuestra conciencia.
• O si, por el contrario, no hay nada más que esperar.

Hoy en día, quien cree en la suerte desprovista de la acción de Dios se considera completamente libre de esa divinidad (y por eso lo mantiene, entre otras cosas, porque resulta conveniente y coherente con su declaración de independencia de Él). Sin embargo, nunca se es más esclavo de que “todo salga bien” que cuando se sostiene uno en la suerte, sin más. Cruza los dedos, y listo. No puede nada. Está vendido.

La desesperación profunda de los tales en los momentos complejos (ya que no hay nadie a quien acudir porque la suerte no tiene oídos, ni ve, ni se compadece de nuestra aflicción, ni se encarna para vivirla con nosotros) hace más daño del que sospechan. Lleva al estrés, la ansiedad y la depresión, al cinismo y la desesperación... a una vida sin propósito que va quitando capas y capas de humanidad, sin apenas poder ser conscientes de ello.

¡Qué diferente la visión del salmista, que aun no teniendo todo fácil en la vida, podía alegrarse y reposar confiadamente, sabiendo que el Señor le sustentaba! La decisión de escoger a Dios en vez de a la suerte es la que más marcará las consecuencias que viviremos. No significa que “nos partirá un rayo por la mitad” al escoger algo distinto, pero sí que muchas de las bendiciones que Dios quiere volcar sobre nosotros nos llegarán “con el plato boca abajo”, nos irán desgastando y revistiendo de dudas, en vez de convicción.

La vida de quien declara que su suerte está en manos de Dios camina en dirección hacia delante y ascendente, incluso en medio del dolor. Él no nos suelta, y porque le hemos puesto delante de nosotros siempre es que no seremos conmovidos (v.8).