No hay de qué temerMuestra

No hay de qué temer, si a mi lado tú estás

La historia de los espías y Rahab continúa, y se da un diálogo muy interesante entre ellos. Rahab plantea que todo el pueblo está aterrorizado por el daño que los israelitas podían llegar a hacer, y les ruega que le tengan piedad a ella y a su familia cuando tomen posesión de la tierra.

Los espías le dijeron a la mujer que no tenía de qué temer. Así como ella los había tratado bien permitiendo esconderse del rey, lo mismo iban a hacer con ella y toda su casa. Sólo tenía que cumplir una condición para que el pueblo pudiera identificar su hogar: colgar un hilo de la puerta. Con ese hilo, nada malo le iba a suceder a todos los que estuvieran dentro de la casa al momento que el pueblo invada la ciudad.

Hace poco más de dos mil años una persona llamada Jesús colgó ese hilo de la puerta de nuestro corazón. Jesús realizó el acto de amor más grande que se haya podido producir: dio su vida por nuestros pecados. Con ese acto nos salvó y nos dio la vida eterna, algo que jamás podríamos haber hecho por nuestros méritos.

También nos prometió que estaría con nosotros siempre. Si, leíste bien: SIEMPRE. Y esto significa todos y cada uno de los días hasta el fin. No importa que hayas hecho, si lo sientes o no. Si fallaste o tuviste el mejor día de todos. Jesús está ahi. Tal como el hilo que colgaba de la casa de Rahab, de la misma forma Él está con nosotros. Nos cuida, está a nuestro lado y podemos exclamar con toda confianza: "No hay de qué temer, si a mi lado tú estás".