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Dios nunca prometió cambiar nuestras circunstancias dolorosas por otras más fáciles. Lo sé, qué pena. Dios no prometió que todas nuestras heridas, desafíos o luchas desaparecerían cuando siguiéramos a Jesús. Lo que sí prometió es estar con nosotros, entender por lo que estamos pasando y ser una fuente de fortaleza para ayudarnos a superarlo todo. Es decir, ser Aquel en quien podemos confiar para que no tengamos que seguir teniendo miedo. Con eso en mente, podemos caminar hacia adelante con fe, creyendo que lo que Dios promete, Dios hará.

¿A qué te enfrentas ahora mismo? ¿Qué te está causando miedo? Identifícalo, escríbelo, dilo en voz alta. Dedica algún tiempo a decirle a Dios exactamente cómo te sientes respecto a tu situación. Dios puede lidiar con tu sinceridad. Y luego, pídele a Dios que te dé la fuerza que necesitas para atravesar ese obstáculo y la fe para recordar que Él siempre está contigo.