Dios nos oyeMuestra
Mientras esperamos
Cuando el Rey David dijo “Pacientemente esperé a Jehová”, no sabemos por cuánto tiempo duró su espera. Lo que sí sabemos es que requirió de paciencia. Humanamente hablando, él hubiese deseado que la respuesta de Dios fuese inmediata, pero no fue así como ocurrió. Tomó su tiempo, hasta que por fin, llegó lo tan ansiosamente esperado.
Durante el tiempo que esperamos, comienzan a desfilar las dudas delante de nosotros, creando un estado de incertidumbre que no nos ayuda en la espera. Eso nos crea ansiedad y, en ocasiones, hasta comenzamos a desesperar. David fue un hombre de Dios que experimentó en sí mismo lo que acabo de decir. Por eso, encontramos frases como: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?” (Sal. 13:1).
Jesús, que conoce nuestra alma, que ve lo profundo de nuestro corazón y la multitud de nuestros pensamientos, nos da un consejo que debemos poner como un sello en nuestro corazón: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34).
Una vez vamos al altar de Dios y llevamos allí nuestra oración, debe llenarnos de confianza el saber que Dios ha escuchado y que Su respuesta para nosotros llegará; no sabemos cuándo ni cómo, pero llegará. Para nosotros, hay asuntos que consideramos urgentes y que, si fuésemos nosotros los que tuviéramos que responder, lo haríamos de inmediato.
El problema es que estamos demasiado distantes de los pensamientos de Dios, y estaríamos actuando de acuerdo a nuestro humano razonamiento y no según la perspectiva divina. Si la realidad fuese que las respuestas estuvieran en nuestras manos, ¡cuántos errores cometeríamos, cuántos asuntos trataríamos de manera liviana generando graves consecuencias!
Gracias a Dios que, quien nos contesta se toma el tiempo necesario para dar la mejor respuesta. ¡Qué bueno que Sus respuestas rebozan de Su sabiduría y están garantizadas para darnos lo que más nos conviene y cuando mejor nos conviene!
Pero, aun cuando sabemos estas cosas, el personaje don Impaciente, querrá sentarse en nuestra falda moviendo el pie incesantemente y queriendo llevarnos al lugar de la impaciencia. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer? Lo que nos aconseja la Palabra de Dios: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5:19-20).
La adoración y el agradecimiento son los mejores acompañantes en la sala de espera.
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Agradecimiento especial a Jonathan Riddering por su colaboración en el arte gráfico.
Escrituras
Acerca de este Plan
Ser escuchados es una de las necesidades que tenemos los seres humanos. Y, si eso es importante, ¿cuánto más lo será ser escuchados por el Dios eterno que inclina Su oído y nos da ese espacio necesario para decirle lo que nos inquieta o preocupa, lo que necesitamos y anhelamos? En este Plan, iremos a la Palabra para que nos confirme la bendita verdad de que Dios nos oye.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://facebook.com/grettchen.figueroa