¿Bailamos en El Primer Amor?Muestra

Cuida tu corazón

A veces pensamos que Dios es un ser distante al cual no le interesa ni le preocupa el estado actual de nuestro corazón, más aún dentro de la soltería. Sin embargo, si tan solo nos detuviéramos a escucharlo y conocer lo profundo y tierno de su corazón, nos daríamos cuenta de que Él se interesa por nuestro corazón mucho más de lo que realmente podemos imaginar. Es cierto, no es tan fácil encontrarlo y percatarnos de lo que está haciendo en nuestras vidas justo en este preciso instante, pero que no lo percibamos con facilidad no quiere decir que Él no se interese por nosotros.

Desde la perspectiva de un corazón herido por una relación que no ha funcionado anteriormente, la soltería puede ser muy buena, pues no hace falta abrir el corazón a otra persona, ya que, al estar solos, no hay quien demande nuestra confianza y sacrificio. Mientras que, desde la perspectiva de un corazón lastimado en la infancia por el abandono o el rechazo, la soltería puede ser la peor cosa que le haya pasado en la vida, porque es evidente que existe un vacío que llenar; por ende, el corazón se encuentra en una desesperación e impotencia por no contar con una pareja. Por el contrario, desde la perspectiva de un corazón pleno y lleno del Espíritu Santo, independientemente de las circunstancias o heridas del pasado, la soltería es un regalo de Dios porque, en medio de ella, como mencioné anteriormente, uno puede crecer fundamentalmente en lo espiritual, emocional y físicamente, además de entender que todo pasa, incluso la soltería.

Desde el punto de vista de Dios, vemos que la soltería es una etapa en donde el mayor propósito de la misma es que podamos comprender que el único que puede llenarnos y saciar ese vacío que llevamos dentro de nuestro corazón es Jesús. A lo largo de nuestras vidas somos lastimados, mutilados y, muchas veces, nos encontramos sin fuerzas ni ganas de vivir, por lo que somos un blanco fácil para el enemigo.

Constantemente, vamos adquiriendo fortalezas que no necesariamente nos edifican. Si miramos dentro nuestro, sabemos bien que, a veces, creemos más en las mentiras y los bardos del enemigo que en las promesas y en la fidelidad de Dios. Por ello, es imprescindible que cuidemos nuestro corazón y nuestra mente, más aún en esta etapa, porque es muy fácil llenarnos de mentiras e ideas que van en contra de los planes de Dios para nuestras vidas y, sin darnos cuenta, poco a poco, nuestro corazón pierde sensibilidad, como también pierde de vista todo lo bueno que Dios hace aun en medio del dolor y de las heridas que han marcado nuestro corazón.

En lo personal, llegué a un punto en el que no entendía por qué Dios permitía que pasara por tantas situaciones que realmente me dolían y marcaron mi vida, me quejé y me alejé de Él hasta que, un día, una niña se acercó a mí, me abrió su corazón contándome diversas situaciones que la atormentaban en ese momento; allí me di cuenta de que, si yo no hubiera pasado por las desilusiones, el dolor, la ansiedad o ciertas heridas, nunca la habría podido ayudar ni comprender.

Dios quiere darte paz en la mente y el corazón y quiero recordarte que Él usa esas heridas que llevas dentro para bendecir a otros. Pero, más que usarlas quiere sanarlas y comenzar de nuevo contigo, solo dale la oportunidad de que lo haga, de que entre en esos cuartos oscuros que hay dentro tuyo y que te llene con su amor una y otra y otra vez.

Reflexiona

• ¿De qué me estoy llenando?
• ¿Cuáles son las heridas que aún me duelen?
• ¿Estoy dispuesta a dejar que Dios entre en esas piezas oscuras?