Después De La Tormenta Llega La CalmaMuestra

"La tormenta es una buena señal"

No todas las tormentas que enfrentamos son iguales, unas nos resultarán un poco más fáciles de enfrentar que otras; sin embargo, si pudiéramos medir su tamaño o su peso, podríamos decir que de acuerdo al tamaño de la tormenta, es el tamaño o el peso de la gloria que obtenemos en Cristo Jesús, en medio de ellas. Es decir, sin importar el grado de sufrimiento o aflicción que traiga cada tormenta, cada vez que pasamos por una; somos entrenados, capacitados y fortalecidos para afrontar otras que van llegando con un nivel de gloria mayor. En pocas palabras, no es el nivel de sufrimiento que conlleve pasar una tormenta lo que importa, sino el propósito que Dios determine cumplir con cada prueba o tormenta que nos permite enfrentar.

La tormenta es una señal de prosperidad en Cristo Jesús, es a través de la tormenta cuando estamos siendo probados en nuestra fe, cuando podemos confirmarnos en la voluntad de perfeccionamiento que ejerce el Espíritu en nuestro espíritu para que seamos más como Jesús y podamos vivir en el deleite de su perfección. La tormenta es una buena señal en el caminar cristiano, todos los seres humanos pasamos por tiempos de adversidad; sin embargo, los hijos de Dios tenemos claro que las tormentas son necesarias en nuestro caminar, porque sin tormenta no hay crecimiento, no hay victoria, no hay prosperidad ni gloria en Cristo Jesús.

Las personas que no han tenido la dicha de ver revelado a Jesucristo en sus vidas y que vagan en el mundo sin Dios y sin ley; son incluso favorecidas cuando atraviesan dificultad y estas dificultades son usadas por Dios para revelar el amor que ha manifestado al mundo a través de su Hijo Jesús. Las dificultades en esos momentos pueden convertirse en el instrumento para que Jesús, como Salvador, se revele a sus vidas, el más hermoso milagro.

Para nosotros los hijos de Dios, las tormentas representan la oportunidad de oro que nos permitirá crecer en Cristo Jesús, ser transformados en Él para disfrutar de Él en nosotros; para gozarnos en ser como Él y disfrutar como Él, del Padre.