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Poder y riquezas espirituales

En Efesios 3:16, Pablo escribió: «Ruego que de sus gloriosas riquezas...». Pablo reconoció que todas las bendiciones espirituales, las bendiciones celestiales, provienen del Padre. Se arrodilló ante Dios y oró pidiendo fuerza. Esta fue una oración audaz y específica. Pablo oraba constantemente y animaba a la iglesia a también hacerlo. Instó a los creyentes a regocijarse en lugar de preocuparse. Les dijo que no se pusieran ansiosos y que oraran. La oración es una conversación con Dios. La oración es agradecer a Dios, adorar a Dios y enviar peticiones y súplicas a Dios. Es la conexión que tenemos a través de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

En el siguiente versículo, Pablo le pidió a Dios que fortaleciera a la iglesia «con poder». La palabra traducida poder es dunamis o dynamis (griego δύναμις). La palabra «dinamita» proviene de esta palabra. Dunamis es el poder explosivo y milagroso de Dios, no el poder humano. Todos necesitamos este poder. Necesitamos el poder de Dios en nuestros matrimonios, en la crianza de los hijos, en nuestra comunidad y en los asuntos cotidianos de este mundo. Todos necesitamos el poder de Dios para enfrentar la oposición espiritual que está en contra del cuerpo de Cristo. Sus riquezas y Su poder están disponibles para nosotros, pero no estamos aprovechándolos. Tenemos el enchufe y la toma de corriente está disponible, pero no estamos poniendo el enchufe en la toma de corriente. No estamos orando. Sin embargo, el poder está disponible para que la iglesia cumpla su misión dada por Dios. Todo lo que necesitamos hacer es orar.

Los hombres y las mujeres en las Escrituras han confiado en el poder de la oración. Abraham caminó por fe y las naciones del mundo nunca han sido las mismas debido a esto. La intercesión de Isaac a favor de su esposa sin hijos, Rebeca, resultó en el nacimiento de Jacob, quien se convirtió en el padre de la nación de Israel. Moisés habló con Dios como un amigo, recibiendo la guía y revelación de Dios para sus decisiones de liderazgo. David habló con Dios mañana, tarde y noche. La intercesión de Nehemías resultó en que Israel milagrosamente reconstruyera las murallas de Jerusalén en un tiempo récord.

Jesucristo sigue siendo el modelo supremo de oración. Mientras sanaba a los enfermos, limpiaba a los leprosos y caminaba sobre el agua, Jesús encontró tiempo para orar. Lo programó temprano por la mañana y pasó tiempo a solas con su Padre Celestial. La oración es el lugar dónde Dios nos habla y nos da bendición, revelación y fortaleza. Es dónde Él nos da poder, dunamis.