Vamos a orarMuestra

Grandes oraciones, audaces y específicas

¿Qué pasaría si te dijera que las transcripciones de tus oraciones son los guiones de tu futuro? ¿Qué diferencia haría esto en la forma en que oras?

Algunas personas tienen una vida de oración muy genérica. Todos podemos orar: «Señor, gracias por el día de hoy. Pon un cerco de protección sobre mi familia». Este tipo de oración es buena y segura, pero Dios también nos ha llamado a hacer grandes oraciones, audaces y específicas. Él nos ha llamado a orar con pasión y deseo, con la esperanza de que nuestras oraciones cambien el futuro. Dios ha llamado a la iglesia a orar de una manera que dé gloria a Dios y haga una diferencia en el mundo que nos rodea, para derribar fortalezas, romper adicciones y esclavitud. ¿Qué pasaría si oráramos con tenacidad y pasión? El Señor seguramente haría cosas asombrosas.

En Efesios 3:14, el Apóstol Pablo animó a la iglesia a participar en este tipo de oración audaz y específica. Pablo comenzó dando una postura de oración: «Por esto me arrodillo ante el Padre...». En ese entonces, los hombres judíos no se arrodillaban. De hecho, oraban de pie, con las palmas hacia arriba. Miraban al cielo y oraban. Pablo enseñó que a veces hay que llegar a un punto de humildad y arrodillarse ante el Padre. Esta conexión exige un nivel diferente de compromiso, de intensidad en la oración.

La actitud de Pablo es lo interesante. Algunas personas se arrodillan, mientras que otras oran caminando y otras de pie. Algunas personas oran de camino al trabajo, en su coche. Algunas personas oran mientras corren. Algunas personas oran acostadas en el suelo, para poder enfocarse en su comunicación con el Señor, en las peticiones y solicitudes que están trayendo ante Él. Al decir: «Me arrodillo ante el Padre», Pablo reconoce su debilidad. Él es humano, pero Dios es Dios, Dios es el Rey de Reyes y Señor de Señores. Él es capaz de hacer más de lo que podríamos esperar, soñar o imaginar. Él es Dios y yo no lo soy. Por reverencia, voy a arrodillarme ante el Padre, reconociendo humildemente que el Señor, en Su gloria, nos ha llamado a orar.