RestauradaMuestra

HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE

Antes de casarme fui invitada a decenas de bodas y, aunque me alegraba genuinamente por los amigos que se unían, siempre tuve esa agridulce sensación de: ¿cuándo seré yo?

Al menos cuando eres soltera hay una pequeña esperanza por estar en el altar algún día. Pero, después de un divorcio, no hay esperanza; sino sólo culpa y vergüenza por haber fracasado.

De algo estoy segura, y es que las promesas que Dios nos hizo siguen vigentes (Núm. 23:19). No importa si la persona con la que hicimos votos los rompió o si fuimos nosotras las que fallamos. Para Él seguimos siendo amadas y su pacto nunca va a cambiar, sencillamente porque Él no cambia (He.13:8).

El Señor ha prometido amarte eternamente; ni siquiera la muerte puede separarte de Él (Rom. 8:38-39). Aunque te sientas inmerecedora o muy alejada de Dios, Él no se rinde, Él sabe esperar para mostrarnos misericordia (Is. 30:18.19), se deleita en nosotras y con Su amor nos calma (Sof. 3:17).

Mientras atraviesas un divorcio, debes recordar ese pacto eterno, ese amor inagotable y esos votos irrompibles de Dios con cada una de Sus hijas, ¡contigo! Descansa sabiendo que eres amada para siempre.

Señor, gracias por el pacto eterno que sellaste en la cruz conmigo. Ayúdame a recordarlo en todo este proceso. Gracias porque en Ti hallo el gozo, la esperanza y el amor que necesito. Amén.