RestauradaMuestra

LIDIANDO CON LAS CONSECUENCIAS

Heridas emocionales, amargura, finanzas rotas, problemas de salud, traumas en los hijos; todo divorcio deja consecuencias.

Si yo pudiera ilustrar lo que un divorcio hace, elegiría representarlo con un tornado. Puede durar unos cuantos minutos o varias horas; pero mientras dura, toma el rumbo que quiere y va causando daños, destruyendo lo que encuentra a su paso.

Sin embargo, el que haya terminado no significa que ya estará todo bien. Al igual que con un tornado, cuando un divorcio se firma oficialmente, te toca ver a tu alrededor, hacer un recuento de daños y reconocer los escombros que este dejó en su recorrido.

Primero, justamente es necesario admitir que hay daños (Sal. 32:3), aun cuando estos no sean tan evidentes. No finjamos que todo está bien. Para sanar e iniciar la reconstrucción, hay que estar conscientes de lo que necesita ser restaurado (Jer. 17:14).

Segundo, reconoce si hay cosas que no puedes manejar. No tienes que resolver todo al mismo tiempo. Haz una lista de prioridades, pospón lo que puede esperar y no descartes pedir ayuda si sientes que todo eso te sobrepasa.

Finalmente, por favor, escucha consejo.

Ve a la Palabra y consulta a Dios en oración cada asunto (Sal. 119:33). Pero también, busca fuentes de sabiduría confiables, como tus pastores, tus padres u otras personas que hayan vivido un divorcio y hayan sanado (Prov. 11:14). Muchas veces estuve abrumada por decisiones que tenía que tomar, y buscar consejo siempre fue una luz en mi camino.

El paso de un tornado puede ser devastador al igual que un divorcio. Pero recuerda que nuestro Dios sí puede manejar los desastres y usarlos para tu bien (Rom. 8:28), aunque por ahora, solo veas escombros.

Mi Dios, ayúdame a reconocer con honestidad todos aquellos daños que el divorcio dejó a su paso. Sé que eso es necesario para que me sanes. Dame esperanza acerca de mi futuro y la fe necesaria para creer que Tú vas a reconstruir cada área de mi vida conforme a Tu propósito y Tu voluntad. Gracias por amarme; te amo, Señor. Amén.