Acercándonos a Dios.Muestra

Dios nos anhela.

Una de las verdades bíblicas que más se reiteran es el amor de Dios. En la Palabra se habla una y otra vez en el Antiguo Testamento de amor y paciencia con el pueblo de Israel, cómo Dios les mandaba, cómo ellos desobedecían, les castigaba y perdonaba. En el Nuevo Testamento nos lo reitera muchas veces también a través del mensaje de Cristo Jesús y del cumplimiento profético de Su muerte y resurrección, es por ello que debemos tener presente que Dios nos anhela y desea que nos acerquemos a Su presencia.

La Palabra nos lo dice clara y directamente en Hebreos 4:14-16: “14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".

Para poder acercarnos a Dios es necesario reconocer que necesitamos de Cristo como nuestro abogado, no por el hecho de que el Padre no desee amarnos y recibirnos. Es por el hecho de que Él es un Juez Justo que condena el pecado, perdona al pecador arrepentimiento y ama al ser humano. No desea que seamos condenados, por eso mandó a Cristo como puente entre el cielo y la tierra para darnos el mensaje claro y directo de Su misericordia.

Si nos sentimos vacíos espiritualmente ello repercute en todo nuestro ser; es hasta que entramos al lugar santísimo y sentimos la cobertura del Padre que entendemos lo que significa la cobertura espiritual. Esa cobertura que guía nuestros pasos, que nos fortalece y que nos corrige en todas las áreas de nuestro ser que requieren un cambio. En el lugar santísimo es que encuentra paz nuestra alma y se sacia de bienestar, en el lugar santísimo somos sanados de toda enfermedad; si nos acercamos a Dios vemos como suceden cambios radicales en nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo. Dejemos el temor que el enemigo trata de imponer en nuestro ser y entremos delante de Dios confiadamente en el Nombre de Cristo.

Oremos:

Padre Bueno, te damos las gracias porque nos amas y deseas que estemos contigo por la eternidad; gracias por el sacrificio vivo y santo de Cristo en la Cruz por el cual nos diste la redención de pecados. En el poderoso nombre de Cristo te pedimos que nos ayudes a que todo temor de entrar a hablar contigo sea quitado, que toda acusación del enemigo sea quebrantada y así tengamos plenitud de gozo para adorarte; que te presentemos sacrificio con olor fragante cada día por medio de nuestra alabanza y de nuestra adoración. Que en todo tiempo recordemos que somos deudores Tuyos y de esa manera vivamos conforme te agrada, amando y perdonando, ayudando y guiando a quienes lo necesiten para acercarse a Ti, amén.