EL SEÑOR DE LOS EJÉRCITOS ES MI AYUDA

Hace 50 años, en un municipio de Boyacá llamado Nuevo Colón, una familia de la zona decidió comprar una finca debido a la violencia que se vivía en Colombia por los problemas políticos de ese entonces. El padre de la familia consideró que este era un lugar muy adecuado para sembrar alimentos y así sobrevivir si la situación se salía de control.

El lugar tenía un lago, árboles frutales, sembrados, gallinas y una vaca. Todos decían que allí no se producía lo que no se sembraba. Construyó una casa grande con sus hijos y vivieron durante muchos años, hasta que cada uno tomó su camino. El padre murió y su esposa quedó viuda. Pasaron los años y la casa linda se fue quedando deshabitada, las grietas hicieron su aparición debido al terreno. Murió también la madre y decidieron vender la finca. Cuando la mostraron a un comprador solo se respiraba desolación. La única vida que existía era la de las hormigas, las arañas y en general los insectos que se tomaron la casa.

Cada vez que el comprador se acercaba en un fin de semana antes de hacer las escrituras, aparecía un nuevo hormiguero en los alrededores. Eran montañas de color café que si se pisaban hacían salir las hormigas en cantidades inimaginables. Eran como ejércitos descontrolados. Viendo las hormigas, es posible tener la noción de cantidad y objetivo. Si miramos las estrellas del cielo en una noche despejada y en el campo, también es posible entender la grandeza, la cantidad y el propósito.

Lo que nos rodea nos habla del Padre y la forma en la que es el Anfitrión de los Ejércitos, Yahweh Sabaoth. En los ejércitos que no podemos ver con nuestros ojos físicos como en el mundo de las partículas cuánticas, o en las hormigas que sí son visibles, o en la arena del mar, nuestro Padre es el Anfitrión y decide cómo se mueve desde lo más pequeño hasta lo más grande en el universo.

Allí, en medio de lo espectacular, estamos ubicados nosotros con angustias, dolores físicos, emocionales, pecados constantes e incontrolables. El Creador tiene todos los ejércitos del cielo y de la tierra para ayudarnos en las búsquedas personales. Lo único que necesitamos, es tener una relación profunda y estable con el Señor, con el Anfitrión.

Josué vivió esta situación cuando llegó a la tierra de Canaán. Yahweh Sabaoth lo guió por el desierto y finalmente después de arribar, tuvo una visión: Cierto día Josué, que acampaba cerca de Jericó, levantó la vista y vio a un hombre de pie frente a él, espada en mano. Josué se le acercó y le preguntó:—¿Es usted de los nuestros, o del enemigo? —¡De ninguno! —respondió—. Me presento ante ti como comandante del ejército del Señor. Entonces Josué se postró rostro en tierra y le preguntó: —¿Qué órdenes trae usted, mi Señor, para este siervo suyo? El comandante del ejército del Señor le contestó:—Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es sagrado.Y Josué le obedeció (Josué 5:13-15 NVI).

El Padre no ha cambiado, sigue siendo fiel. Si ayudó al pueblo de Israel a salir del desierto y los llevó a la tierra donde fluyen leche y miel, también lo puede hacer con nosotros. Podemos salir del desierto del pecado, de las adicciones y de aquellas situaciones que sabemos muy bien que nos tienen desesperados.

No estamos solos, a nuestro lado está Yahweh Sabaoth el Anfitrión de los ejércitos.