Confiando en Dios a Pesar del SufrimientoEjemplo

Lectura: Romanos 8:18–39

DEVOCIONAL: Romanos 8:18

“Pues estoy convencido de que lo que padecemos en este tiempo no es comparable con la gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros.”

Esta semana, a medida que aprendemos sobre el proceso del lamento, nos enfocaremos en lo que significa confiar en Dios y expresar esa confianza en nuestro lamento. Un elemento clave en los salmos de lamento es el punto de inflexión, el momento en que el autor expresa su confianza en Dios en medio de su clamor desesperado. En Lamentaciones, el profeta Jeremías expresa fe en Dios y confianza en Su bondad, poder y santidad, incluso en medio de la destrucción total.

El lamento en sí mismo es una declaración de confianza. Cuando lloramos y nos lamentamos por las pérdidas, la muerte, el dolor y la tristeza, reconocemos que no es así como se supone que deben ser las cosas. Creemos que Dios es bueno, pero nuestras circunstancias no nos muestran eso. El lamento nos permite expresar nuestro dolor y nuestra tristeza abiertamente a Dios. Cuando le pedimos a Dios que haga algo por nosotras e intervenga en nuestra situación, expresamos nuestra fe. Si no creyéramos que Dios puede actuar en nuestro nombre, no habría razón para hacer peticiones. El lamento es la práctica de compartir nuestro dolor con Dios y expresar fe tanto en Su capacidad como en Su voluntad de ayudarnos.

Si bien expresar nuestro dolor abiertamente a Dios es una parte crucial del lamento, también lo es nuestra declaración de confianza. Puede ser difícil confiar en Dios en lo más profundo del dolor. Durante esos tiempos, podemos leer las Escrituras que declaran quién es Dios, Su amor por nosotras, Su voluntad de actuar y nuestra seguridad en Él.

Romanos 8:18–39 es un excelente lugar para comenzar. Este pasaje reconoce el sufrimiento, expresa la belleza de la esperanza y proclama el amor inmutable de Dios. Esta semana, leeremos este pasaje varias veces, cada día, centrándonos en una verdad diferente.

Hoy comenzamos por reconocer nuestro sufrimiento a la luz de la eternidad. Pablo no minimizó ni trivializo el sufrimiento que él y la iglesia primitiva experimentaron. Le recordó a la iglesia en Roma cómo el sufrimiento nos acerca a Cristo cuando compartimos Su sufrimiento. Pero no importa lo que experimentemos, nuestro sufrimiento no es nada comparado con la gloria que experimentaremos cuando estemos unidas con Él en el cielo. Somos glorificadas a través de Él, y unidas con Él en nuestro sufrimiento.