VOLVER AL ESPÍRITU

Cuando tenía 15 años mi mamá falleció sólo un par de semanas después de haber dado a luz a mis hermanos mellizos. Durante el proceso de gestación, los médicos detectaron que su embarazo era de alto riesgo y un par de semanas después de haber dado a luz, mi mamá partió a los brazos del Señor. En ese entonces, mi papá y yo sentimos una mezcla de emociones, por un lado el desconsuelo, la tristeza y el dolor de haber perdido a un miembro irremplazable y fundamental de nuestras vidas, pero por otro lado, también sentíamos amor y esperanza por lo que significaba la llegada de mis hermanos.

Ya han pasado más de 10 años desde entonces, mis hermanos ya no son unos bebés y mi papá y yo no podemos estar más agradecidos con Dios, por Su presencia y compañía que hoy se ve reflejado en el fruto de su obra en la vida de nuestra familia.

Siempre que mi papá y yo contamos esta historia nos preguntan “¿Cómo pudieron superarlo?” y la respuesta es:

Así que el ángel me dijo: «Esta es la palabra del Señor para Zorobabel: “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu - dice el Señor Todopoderoso -.”» Zacarías 4:6 (NVI)

Sin duda alguna, no fue en mis fuerzas, recuerdo haber recibido consuelo de Dios a través del Espíritu Santo (Juan 14:26) y Su fortaleza en abundancia (Efesios 3:16-17), para atravesar no sólo ese momento de mi vida sino también las dificultades que cada día trae consigo.

Hoy quiero preguntarte, si estás atravesando por una etapa de duelo, quizás porque perdiste a alguien o tuviste que renunciar a algo, o si tal vez estás a punto de iniciar una etapa que anhelas vivir desde hace mucho tiempo, pero, ¿la magnitud de la responsabilidad te abruma?. Si es así, te quiero animar a volver al Espíritu Santo, el mismo Espíritu que acompañó a Jesús aquí en la tierra (Lucas 3:22, Juan 16:7-14), Él mismo que descendió sobre sus discípulos (Hechos 2) y Él mismo que levantó y sostiene a mi familia y a mí todos los días.

Usualmente, cuando nos enfrentamos a una dificultad buscamos la manera de resolverla por nuestros propios medios, intentamos ser autosuficientes y siempre fallamos en el intento, pero hoy quiero recordarte que no tiene que ser así. Mediante el Espíritu Santo recibimos día a día el amor de Dios (Romanos 5:5), Su consuelo, templanza, paciencia, bondad, mansedumbre y fe (Gálatas 5:22-23).

Recuerda: Nunca estás solo o sola, El Espíritu Santo está contigo, Él es tu fortaleza.

¿Qué intentas hacer en tus fuerzas que te impide ver el obrar del Espíritu Santo en tu vida?

¿Qué estás esperando para volver al Espíritu Santo y vivir en Su fruto?