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Conocer a Dios

Job creía conocer a Dios. Era un siervo fiel: el propio Dios lo elogió así (Job 1:8). Job confiaba profundamente en Dios y se preocupaba inmensamente por su Hacedor, por lo que pensaba que debía conocerlo bien.

A lo largo del libro de Job, su fidelidad nunca vacila, pero su conocimiento sí. Lo que él cree conocer no es la totalidad de lo que es Dios. El final de esta larga prueba comienza cuando Job finalmente se da cuenta de que no conoce a Dios tan bien como pensaba.

En Job 40:4, Job confiesa: «Soy vil». Esta frase también podría traducirse como «soy pequeño». Job pasó de pensar que podía ganar una discusión con Dios a decir, en esencia: «Tú, Dios, eres más grande de lo que yo conocía». Dios es abrumador. Es inmenso. Cuando Job comprende lo vasto que es Dios, lo incapaz que es de conocerlo por completo, lo pequeño que es en comparación con el Hacedor de todas las cosas, cede. Deja de cuestionar los caminos de Dios. Se da cuenta de que son más elevados que cualquier cosa que pueda comprender (Job 42:2-3).

Conocer a Dios significa darse cuenta de que su mente es mucho más elevada que la nuestra (Isaías 55:8-9). Significa darse cuenta de que tal vez no seamos capaces de reconocer su intención benévola a través de toda la niebla de las circunstancias difíciles. Dios trasciende nuestra razón y nuestras circunstancias. Está presente en ambas, pero no está contenido por ninguna.

No estamos llamados a descubrir a Dios, sino a confiar en Él, a creer que tiene en mente nuestro mejor interés, incluso cuando parece imposible de entender. Para vivir en la plenitud de la vida, debemos reconocer que Dios es Dios y nosotros no. No somos iguales en una mesa de negociación, ni Él nos debe ningún tipo de explicación. Él es capaz de «más de lo que podemos pedir o imaginar» (Efesios 3:20). Y ningún ojo ha visto, ni oído ha escuchado, ni el corazón ha imaginado lo que «Dios ha preparado para los que le aman» (1 Corintios 2:9).

Como dijo Job: «He dicho lo que no entendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que no conocía... Pero ahora mi ojo te ve» (Job 42:3, 5).

Señor, abre mis ojos, para que pueda ver y confiar en ti.

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