MentalidadMuestra

Dibuje una autoimagen de felicidad 

El primer paso que debemos dar para entrar al mundo de la cuarta dimensión que nos brindará la felicidad es la mentalidad. La mentalidad es el “software” más importante que sojuzga nuestras vidas. La Biblia aclara que existen dos tipos de pensamientos: el pensamiento carnal y el pensamiento espiritual. Romanos 8:5-7 dice: “Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo”. Es decir, la vida y la muerte están en poder de la mentalidad. 

A partir de la caída de Adán, el hombre fue contagiado por el virus del pecado. Al ser expuesto del virus del pecado, el ADN del hombre empezó a ser contaminado, por ende, el concepto que tenía el hombre de sí mismo pasó a ser de hijos de Dios a un concepto distorsionado. Como consecuencia de esto, aun hoy día, pensamos inconscientemente que ‘soy pecador, no puedo ser libre del pecado, y mi identidad espiritual es de esclavo del pecado’, es decir, tenemos una autoimagen incorrecta. 

Primero, la autoimagen de la adicción. Segundo, la autoimagen de la infelicidad. Tercero, la autoimagen de la debilidad. Por último, la autoimagen del fracaso. La única manera de cambiar la autoimagen es volviendo a Jesucristo. 2 Corintios 5:17 dice: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” Es en Jesucristo donde uno encuentra una nueva autoimagen. Esta autoimagen consiste en creer que a pesar de que soy una persona pecadora, y por mi injusticia merezco el rechazo, mis pecados fueron perdonados por la sangre de Jesucristo, y ahora soy un justo que ha recibido el perdón de pecados. La transformación se manifiesta cuando uno abandona el manto del pasado, y concibe una nueva autoimagen en Cristo que dice: “Soy una nueva persona, tengo una nueva identidad”.