Destronando Ídolos De Carne Y HuesoMuestra

"Ídolos de Carne y Hueso I"

Cuando iniciamos nuestra vida en Cristo, es normal que todo aquello que en algún momento ocupó un lugar importante en nuestro corazón, empiece a ser destronado, para que sea Cristo Jesús quien ocupe el primer y el más importante lugar en nuestra vida. 

Al comienzo de nuestro caminar en Cristo, por Su poder, empezamos a identificar aquellos ídolos a los que nos aferrábamos y en los que nos sentíamos seguros y confiados: el dinero, las posesiones, un trabajo, una posición, una relación, etc. Ídolos que ocupaban nuestro tiempo o eran el foco de nuestra atención, sea porque los tuviéramos y nos enfocábamos en conservarlos o porque dedicábamos nuestro esfuerzo en poseerlos a costa de lo que fuera. Mientras más nos adentrábamos en la Palabra, éramos más conscientes de la necesidad de despojarnos de todo lo que estorbaba nuestra relación con el Señor y nuestro avanzar de acuerdo a Sus propósitos.

En este plan voy a centrarme específicamente en los ídolos de carne y hueso, aquellas personas que sin imaginarlo, se han convertido en parte esencial de nuestra vida y que por diferentes razones han llegado a ocupar un lugar de prevalencia en nuestro corazón; a tal punto, que sin darnos cuenta hemos generado una dependencia emocional que no hace bien a nuestro caminar espiritual  y natural. 

Por muchos años, cuando estuve apartada del Señor por causa de mi desobediencia, sufrí el desprecio y el rechazo por parte de los demás. El daño emocional y la carencia afectiva me hacían caer en la trampa de la dependencia hacia cualquier persona que me mostraba la mínima muestra de afecto y cariño; un estado de vulnerabilidad en el que algunas personas se pueden encontrar en este momento pero que gracias a la bondad y al poder que Dios nos ha dado, podemos vencer y obtener la libertad que nos hace comprender qué significa sentirnos verdaderamente amados por alguien, sin generar ningún tipo de dependencia. 

Dios ha sido bueno con nosotros, nos ha dado salvación y vida eterna; además, nos ha dado una nueva familia, hermanos a los que llegamos a amar como si les conociéramos de toda la vida, a quienes amamos con un amor que solo Dios nos pudo dar. Sin embargo, sin darnos cuenta, podemos convertir ese vínculo de hermandad en un ídolo que nos genera dependencia y cuando empezamos a generar dependencia hacia alguien que no sea el Señor, tenemos serios problemas. La única relación de dependencia que nos hace bien es la relación que establecemos con Dios, a través de Jesús y de su Santo Espíritu.