Del Desierto a La Tierra PrometidaMuestra

Jesús revela al único Dios

Deuteronomio 6:4–9 es uno de los pasajes fundamentales del Antiguo Testamento. Es la confesión de fe judía básica, que los judíos devotos recitan dos veces al día. Hasta hoy, el servicio de la sinagoga comienza con este pasaje, conocido como el Shema por la primera palabra hebrea, que significa «escucha». Además, cuando le preguntaron a Jesús por el mayor mandamiento de la ley, citó el versículo 5 de este pasaje. Además, este pasaje puede ser el más importante sobre la crianza de los hijos en la Biblia.

Por todas estas razones, Deuteronomio 6:4-9 es extremadamente significativo. Comienza con una declaración simple y concisa sobre Dios: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». El Señor, el Dios de las Escrituras, el Dios que se reveló a Moisés y el Dios que se revelaría en Jesús: Él es Dios y sólo él es Dios.

Esta es una declaración de monoteísmo. Es una confesión de la unicidad de Dios. Los israelitas tenían que tener esto muy claro porque estaban inmersos en un mundo pagano y politeísta, con todo tipo de temores por apaciguar a varios dioses. Los israelitas tenían que comprender las verdades básicas: Estos dioses no son reales. Sólo hay un Dios. Sólo Yahvé es Dios.

Esta confesión fundacional conlleva inmensas connotaciones. Confesar que el Señor es Dios es confesar que Él es Creador, Rey, Juez, Gobernante, Salvador y Pastor. Significa que Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo. Significa que somos responsables ante Él, para amarlo y obedecerlo, para adorarlo y servirlo. Nos unimos a la confesión histórica: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». El Dios de las Escrituras es el único y verdadero Dios.