Ágape Amor de DiosMuestra
Perfeccionar el amor demanda aprender a andar en obediencia
1 Juan 2:5 incluye una promesa de que el amor de Dios se perfeccionará en los creyentes que guardan su palabra. “Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (RV60). Esa es una promesa que podemos reclamar por fe, pero que implica obediencia.
El amor y la obediencia se implican recíprocamente
Obedecer es amar (Juan 13:34-35); y amar es obedecer (Juan 14:15).
El amor a Dios se demuestra a través de la obediencia. Por otra parte, obedecemos a Dios porque le amamos. Una forma de cultivar el amor a Dios y hacia otros, es actuando en obediencia a la palabra de Dios.
El ejercicio del amor demanda proactividad
Jesús expuso claramente la orientación proactiva que debe regular el quehacer de todo creyente, especialmente con el amor, en la llamada regla de oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12 RV60).
Tratar a la gente como queremos ser tratados, es diferente a decir “no hagas a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti” (dicho popular). Eso es actuar por omisión, en sentido negativo.
En el primer caso, según la regla de oro, actuamos proactivamente, tomando la iniciativa para amar y hacer el bien a otros; en el segundo caso, según el dicho popular, actuamos reactivamente, no haciendo mal, pero tampoco haciendo bien.
Pero el amor surge cuando accionamos, por eso no basta con no pagar (no responder) mal por mal. Se requiere actuar con determinación y agresiva benignidad; con amor proactivo. El amor toma la iniciativa, se responsabiliza, se compromete.
Para cumplir con las demandas morales y éticas de 1 Corintios 13 se requiere de mucha proactividad y determinación. No se trata de sentir algo, sino de hacer algo; de asumir responsablemente el amor como un principio rector en nuestra vida.
Acerca de este Plan
El amor es la virtud más importante y el mandato de Dios más apremiante. La naturaleza de Dios es amor, y todo lo que se relaciona con Él debe estar impregnado por el amor. Por lo tanto, para el creyente cristiano aprender a amar es un imperativo. El amor debe constituirse en una norma de vida por la cual el creyente se motiva y acciona.
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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://vidaefectiva.com/