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 ¿Por qué quieres ser productivo?

Quizá quieres dejar de sentirte abrumado por todas tus responsabilidades y aprender a utilizar el calendario de una buena vez. Tal vez estás harto de sentir que vives en las redes sociales, desperdiciando hora tras hora en cosas que no aprovechan. Puede ser que desees un mejor trabajo o un mejor sueldo.

Ninguna de estas cosas es mala en sí misma. De hecho, aprender a organizar los pendientes, moderar el uso de los medios digitales, y crecer como trabajador son cosas muy buenas. Sin embargo, ninguna de estas cosas son lo más importante. Ninguna de estas cosas nos impulsará a ser personas verdaderamente productivas a largo plazo.

Cuando le preguntaron a Jesús qué era lo más importante, su respuesta fue sencilla: lo más importante es amar a Dios y después amar a otros. Esto es tan crucial que, si cumplimos estos mandamientos, cumplimos toda la ley (Mt. 22:40; Gál. 5:14).

La mala noticia es que cumplir estos mandamientos por nosotros mismos es imposible. La buena noticia es que, si estamos en Cristo, Dios nos ha dado nuevos corazones capaces de amarle y obedecerle, amando también a otros. Ya no tenemos que vivir para nosotros mismos. En Jesús, tenemos todo lo que necesitamos para vivir como Cristo vivió, dando su vida por los demás. De eso trata la verdadera productividad: de amar, no de lograr.

Es cierto que la productividad puede traernos tranquilidad al saber que nuestras responsabilidades están bien organizadas. También es verdad que podremos llevar a cabo proyectos personales que antes habían quedado en el olvido y que quizá podremos alcanzar un trabajo con el que antes solo habíamos soñado. Pero ninguna de estas cosas debe ser la razón de nuestra productividad. Después de todo, Dios no nos garantiza buenos resultados. Vivimos en un mundo quebrantado por el pecado; puede ser que trabajemos duro y nunca veamos los frutos. Eso está bien, porque nuestra satisfacción no está en obtener resultados, sino en amar a Dios y amar a otros como Él nos ha amado.

En Jesús tenemos toda bendición espiritual; hemos sido escogidos para ser santos, adoptados como hijos, y redimidos del pecado (mira Efesios 1:3-14). No necesitamos nada fuera de lo que Él ha conseguido a nuestro favor. La verdadera productividad fluye de un corazón agradecido por todo lo que ha recibido; un corazón que quiere amar a otros como ya ha sido amado; un corazón que anhela utilizar su tiempo, energía y habilidades de la mejor manera para reflejar el carácter del glorioso Dios que lo ha salvado.

Las personas suelen utilizar la productividad como un medio para obtener todo lo que les hace falta: propósito, reconocimiento, seguridad. Los cristianos sabemos que nada fuera del Dios que nos ha creado puede ofrecernos verdadero propósito, reconocimiento y seguridad. Por eso sabemos que la productividad no es un medio para obtener, sino para ofrecer a otros aquello que ya nos ha sido dado en Jesús.

Si estás insatisfecho hoy, una lista de tareas completada no te dará la satisfacción que necesitas. Probablemente te sentirás orgulloso de ti mismo por un momento, pero no tardarás en preguntar… ¿y ahora qué? Debes mirar a Cristo y darte cuenta que en Él está todo lo que necesitas. Llénate de Él y podrás desbordar amor para otros, utilizando las herramientas de la productividad para ofrecer las abundantes riquezas que tienes en Jesús.