Cómo manejar mi enojoMuestra

La ira es peligrosa

Como personas, a menudo nos enojamos por diferentes cosas. A veces, estamos enojados por nuestra familia. Otras veces estamos enojados por nuestro trabajo. A menudo, estamos enojados con nuestros hijos. En ocasiones, incluso estamos enojados con las personas o los acontecimientos en nuestra iglesia. Algunas personas se encuentran siempre enojadas. ¿Cómo lidiamos como creyentes en Cristo con la emoción de la ira? 

La Biblia tiene mucho que decir sobre la ira. Es un tema importante. En primer lugar, las Escrituras diferencian claramente entre la ira pecaminosa y la ira justa. La Biblia describe la ira pecaminosa como deshonra a Dios, incluso dice que es destructiva. Como creyentes, necesitamos darnos cuenta de que la ira es en realidad un sentimiento peligroso. Por ejemplo, el libro de Proverbios nos advierte contra el rescate de una persona de temperamento explosivo. Dice que si lo hacemos una vez, tendremos que hacerlo de nuevo. En otras palabras, la Biblia insiste en que la ira es un sentimiento repetitivo: si cedemos a ella una vez, desarrollaremos un patrón peligroso en nuestras vidas para operar impulsados por la ira.

En otro lugar de las Escrituras, incluso se nos indica que no nos asociemos con una persona que sufre de enojo. La ira es un tema tan peligroso que el Señor no quiere que hagamos compañía cercana con las personas que se caracterizan por ello. La  Biblia nos dice que amemos a todos. Sin embargo, debemos mantener una distancia amorosa de las personas que tienen temperamento explosivo. El dicho, «Dime con quién andas y te diré quién eres», definitivamente se aplica aquí. Ver personas cercanas a nosotros que fácilmente ceden a la ira y manejan sus ocurrencias de vida basadas en esa emoción nos hará pensar que es normal hacerlo. De hecho, empezaremos a enojarnos más fácilmente.

En otras palabras, la ira funciona como una enfermedad infecciosa. Es por eso por lo que necesitamos mantenernos alejados de alguien caracterizado por esta emoción. Tampoco queremos que nos caracterice algo peligroso. No queremos que instruyan a nuestros hermanos en la fe, que nos eviten por causa de nuestro carácter. Tenemos que ocuparnos de la ira. Necesitamos tener cuidado para asegurarnos de que este sentimiento no es una parte regular de nuestra vida diaria. Si nos vemos a nosotros mismos o a alguien cercano a nosotros siendo fácilmente superados por la emoción de la ira, necesitamos buscar ayuda lo antes posible.