La oración que toca a DiosMuestra
En este salmo David nos da la pauta de qué hacer antes y después de la oración: elevar el corazón a Dios en oración, y luego esperar en Él (Salmo 5:1-3).
Ésta no es tanto una oración como una resolución. Es como sí David dijera: después de presentarme delante de ti y expresar mis peticiones, esperaré (aguardaré) con confianza a que tú respondas.
Es como si David estuviera diciendo voy a mirar, voy a observar, a estar observando la respuesta. Después de haber orado, esperaré que venga la respuesta. Voy a disponer mi oración como la víctima sobre el altar, y miraré y esperaré recibir la respuesta por el fuego del cielo que consume los sacrificios. Nos perdemos mucho de la dulzura y eficacia de la oración por falta de una meditación cuidadosa antes de ella y de una expectativa anhelante después.
Esa expectación anhelante por la respuesta es esencial en nuestra oración. No podemos orar y salir corriendo, esperando que Dios responda rápidamente, de acuerdo a nuestra agenda. Dios es soberano, pero también es cien por ciento confiable; así que necesitamos orar con la conciencia y la confianza en la soberanía de Dios, en la expresión de su bondadosa y agradable voluntad suya para nuestras vidas, y aguardar con paciencia su respuesta. Ahora, la paciencia no es resignación pasiva y reactiva, sino actitud proactiva. Esa fuerza concentrada. Tiene que ver con cómo nos comportamos y con qué actitud asumimos mientras esperamos.
Orar incluye expresar a Dios y escuchar a Dios
Los primeros 3 versículos del capítulo 5 expresan un método: después de poner mi oración en orden, esperare: voy a observar la respuesta de Dios; voy aguardar con fe (convicción y certeza) – velaré observando (con expectación anhelante) - a que Dios responda.
Esperar también lleva la idea implícita de aguardar con paciencia el tiempo de Dios para dar la respuesta, sobre la base de la confianza y la convicción de que Dios siempre oye las oraciones de sus hijos, y les responde. Esto nos dice que la oración no es sólo hablarle a Dios, sino también escucharle, darnos el tiempo para escuchar la voz de Dios.
¿Aguardas con paciencia a que Dios responda tus oraciones en su tiempo?
Escrituras
Acerca de este Plan
David tenía la habilidad de derramar su corazón (desnudar su alma) delante de Dios. Su oración era más que un conjunto de palabras hilvanadas, o un hábito o protocolo que practicaba rutinariamente, o una serie de peticiones con las que acudía a Dios cada día. Era una pasión y un fervor que nacía desde lo más profundo de su corazón que se levantaba con anhelo inefable por Dios.
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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por brindar este plan. Para mayor información por favor visite: https://vidaefectiva.com/