La oración que toca a DiosMuestra
En su oración David trata de ir más allá de sus palabras. Es consciente que para tocar a Dios nos basta con pronunciar palabras, sino disponer su corazón para tocar el corazón de Dios: de corazón a corazón. La actitud del corazón es fundamental en nuestra oración a Dios.
Al respecto Charles Spurgeon dijo: “Las palabras no son la esencia, sino sólo el ropaje de la oración”. Cuando oramos a Dios le hablamos con palabras, pero también le hablamos elevando nuestro corazón a Él. Las palabras por sí solas no bastan para expresar nuestro sentir. Sirven de poco las palabras a menos que el clamor, o meditación, sea considerado. Al respecto Martín Lutero dijo: “No puedo expresarme ni hacerme entender como quisiera; por tanto, oh Dios, entiende mis sentimientos mejor de lo que soy capaz de expresarlos con palabras". Esa conclusión pareciera estar en la mente de David al orar a Dios: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir (meditación). Está atento a la voz de mi clamor (súplica)”.
Por otra parte, el objetivo más importante de David al orar a Dios, era entrar en su presencia, y experimentarlo a Él; entrar en contacto con Dios, percibir su presencia, disfrutar de la comunión con Él, y poder vaciar enteramente su corazón delante de Dios.
Porque a ti oraré: David oraba a Dios. Esto puede sonar elemental, pero es un aspecto esencial de la oración. A menudo llegamos a la oración tan llenos de peticiones o de nuestros sentimientos que nunca nos enfocamos de una manera consciente en Dios, ni sentimos su presencia. David era un gran hombre de oración porque su tiempo de oración estaba enfocado en Dios.
La oración de David se expresa con una fuerza e intensidad indescriptible, porque tiene la convicción de que sus palabras no caen en el vacío. La oración de David no es lanzada a cualquier persona, sino a Dios: Rey mío y Dios mío. Y Dios es absolutamente confiable. Ese es el gran argumento que le da fuerza a la petición de David a Dios.
Escrituras
Acerca de este Plan
David tenía la habilidad de derramar su corazón (desnudar su alma) delante de Dios. Su oración era más que un conjunto de palabras hilvanadas, o un hábito o protocolo que practicaba rutinariamente, o una serie de peticiones con las que acudía a Dios cada día. Era una pasión y un fervor que nacía desde lo más profundo de su corazón que se levantaba con anhelo inefable por Dios.
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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por brindar este plan. Para mayor información por favor visite: https://vidaefectiva.com/