Nacer de NuevoMuestra

¿Por qué es necesario nacer de nuevo?

Para ser salvos.

En Juan 3:16 vemos que Jesús concluyó aquella plática con Nicodemo diciéndole que era necesario creer en Él para que tengamos vida eterna y no perdernos. Como ya vimos, nacer de nuevo es equivalente a tener vida eterna. Y tener vida eterna es lo mismo que ser salvo, lo contrario a perdernos. Por eso, el nuevo nacimiento es necesario.

La salvación nunca ha consistido en las obras. En el día del juicio para salvación no va a importar tanto lo que hayamos hecho sino lo que somos, si somos hijos de Dios, si tenemos su naturaleza, si nacimos de nuevo.

La vida eterna es una vida que trasciende a este mundo y que recibirá un cuerpo redimido. Vivir la experiencia del nuevo nacimiento, y la transformación que éste trae, es la muestra de que somos salvos.

Para entender la Biblia.

En 1 Corintios capítulo dos, Pablo explicaba que los cristianos podemos entender la sabiduría de Dios porque el Espíritu Santo nos lo explica. Y añade que también hemos recibido la mente de Cristo, de modo que podemos comprender su Palabra.

Es muy común que la gente "natural" (los que no han nacido de nuevo) no entiendan la Biblia e incluso les parezca una sarta de disparates. Probablemente nos sucedió a nosotros, y no fue hasta que creímos en Cristo y nacimos de nuevo que entendimos las Sagradas Escrituras y las apreciamos.

Para entender la Biblia, como Dios quiere que la entendamos, es necesario nacer de nuevo.

Para dejar de pecar.

En 1 Juan 3:9 el apóstol nos dice que recibir la naturaleza de Dios, ser su hijo, hace que de manera natural nos alejemos del pecado. El que nace de nuevo, como dice Juan, no puede pecar. Y esto no significa que el cristiano no tenga la capacidad de pecar, sino que ahora se siente tan incómodo que no puede seguir practicándolo.

Quien nace de nuevo experimenta un cambio radical en su relación con el pecado. Ahora lo detesta, lo aborrece, pero sobre todo, puede vencerlo por medio del Espíritu Santo, como dice Pablo en Romanos 8:2.

Este rechazo hacia el pecado es debido al nuevo nacimiento y es algo que sucede de manera natural más allá de un esfuerzo carnal. El nacido de nuevo prefiere sufrir cualquier consecuencia y confesar el pecado, que permanecer en él. Su naturaleza divina lo empuja a la santidad.

Insisto, no digo que el cristiano deje de pecar definitivamente cuando nace de  nuevo. No. Dejar de pecar sólo sucederá cuando seamos resucitados por el poder de Jesús. Pero lo que sí digo es que, gracias a que el espíritu es más fuerte que la carne, quien nace de nuevo avanza en su santidad de manera constante, segura y progresiva. Tal y como Pablo lo dice en Filipenses 1:6 o como John Newton lo expresa en su célebre frase:

"Aunque no soy lo que debería ser, ya no soy lo que era antes."