Manifestando el propósito eternoMuestra

Predicamos el evangelio eterno

Si miramos el Antiguo Pacto a la sombra de lo que iba a venir, quienes vivieron y sirvieron en ese tiempo también lo hicieron caminando en el propósito eterno de Dios, en el propósito por el cual habían sido predestinados. Moisés fue predestinado para liberar al pueblo de Israel ya desde el vientre de su madre. Desde su niñez, toda su vida fue usada por Dios y para el propósito por el cual Dios lo creó.

De la misma manera, nuestro propósito está arraigado en el propósito eterno del Padre. No eres parte de un sistema o de una denominación. Eres parte de la Iglesia de Cristo, una nueva criatura, elegida y predestinada para vivir en comunión con Él. Es esta comunión segura la que te hace caminar con el entendimiento de haber sido predestinado para vivir en Él. 

El evangelio en el que hemos creído es poder de Dios para producir salvación. No consiste en el esfuerzo humano para llegar o alcanzar a Dios. El evangelio es poder que salva y esto viene de Dios. Por esto, no nos avergonzamos del evangelio. 

El evangelio nace en el propósito eterno del Padre, fue diseñado en la eternidad. Ya en Génesis, Eva recibió la buena noticia, recibió la anunciación de la redención, de la solución al problema del pecado. También Abraham escuchó esa buena noticia cuando le fue dicho que en él serían benditas todas las familias de la tierra. Por creer en esa palabra, en la buena noticia, su fe le fue contada por justicia.

Nuestro llamado como ministros del propósito eterno no es predicar lo que fuimos en Adán; basta con mirar el mundo a nuestro alrededor para entender y conocer las consecuencias del mundo caído. Nuestra predicación debe centrarse en quiénes somos gracias a la obra de Cristo, nuestra herencia y las consecuencias de su obra. 

Debemos proclamar lo que Dios declara sobre nosotros, aunque nuestros ojos todavía no lo vean, porque él llama a las cosas que no son como si fueran. Yo estoy seguro de que nací para esto, para manifestar el propósito divino en mi vida. Fuera de su propósito no puedo verme, no puedo concebir mi vida lejos de Dios. Fuera de Cristo no hay nada, en Él vivimos, nos movemos y existimos. Este es el evangelio eterno que predicamos por la gracia de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén.