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El evangelio según SatanasMuestra

El evangelio según Satanas

DÍA 3 DE 5

Si Dios dice que algo es verdad, es verdad. Él no cambia su parecer (Números 23:19). Tenemos que transmitir lo que hemos recibido (1ª de Corintios 11:23; 15:3). No se nos permite cambiarla, torcerla, acomodarla ni mal aplicarla. 

En un sentido, esto es de gran ayuda porque no tenemos nada que perder con lo que Dios dijo y lo que debemos hacer. La Biblia podría ser un libro difícil, pero es más difícil en los corazones duros y las mentes invertidas de aquellos que se les hace difícil creer y obedecer. En lo que se refiere a las cosas más importantes, no es difícil entender.

Cuando empezamos a manipular las verdades absolutas de la Biblia, sucumbimos al criterio que usa el diablo para valorar nuestros sentimientos y apetitos como si estos fueran mayores que los estándares inmutables de Dios. Pero cuando andamos por fe con el Dios que no cambia (Santiago 1:17), en parte, significa que, al final, confiar en lo verdadero es lo mejor, aun para nosotros, aunque no podamos imaginarnos cómo…

Encuentro que el Sermón del Monte es uno de los pasajes más espantosos en la Escritura, principalmente, por la manera que yo lo leo, pienso en todas las maneras que no se aplica a mí. Inmediatamente, comienzo a pensar en todas las situaciones donde «poner la otra mejilla» no aplica. Pienso en las situaciones donde «llevar la carga una segunda milla» tal vez no sea lo correcto que se deba hacer, y donde «dar al que nos pide», en realidad, no significa lo que está diciendo. Quiero que los mandamientos del reino de Jesús se acomoden a mis suposiciones cómodas y a las interpretaciones que me convienen. Y, a partir del momento en que empezamos a hacer esto, es el momento en que hacemos eco a lo que dijo la serpiente: «¿Conque Dios dijo?».

Pero conocer a Dios es conocerlo como verdadero. Esta es la razón por la cual la serpiente empezó con esa semilla de la duda acerca de si Dios en verdad dijo lo que dijo. Satanás quiere que Eva considere el hecho de que ella podría no conocer a Dios o su verdad como ella cree, o cambiar la certeza de las palabras de Dios por la temporalidad de sus apetitos. En aquel entonces, como ahora, el único antídoto a nuestro relativismo moral son las palabras de Dios. 

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