VamosMuestra
Lo que nos mantiene en marcha
Por S. George Thomas
De niña, Agnes estaba fascinada aprendiendo sobre la vida de los misioneros, y a los 12 años, sabía que Dios la estaba llamando a ir a compartir el amor de Cristo con personas de otros paises. A los 18, dejó su hogar en Macedonia para seguir el llamado de Dios como misionera, y nunca más volvió a ver a su familia. Por los próximos 18 años, Agnes trabajó como maestra en Calcuta, India. Durante ese tiempo, su nombre fue cambiado a Madre Teresa, en honor a la patrona de los misioneros.
Aunque disfrutaba enseñar, Teresa estaba profundamente perturbada por todo el sufrimiento y la pobreza que veía. Un día, mientras viajaba en tren, sintió que Dios la estaba guiando a dejar su posición como maestra para servirle, dedicando su vida a trabajar entre los más pobres. Aunque ella no tenía dinero, decidió confiar en Dios y empezar una escuela al aire libre para los niños que vivían en los barrios marginales. Los primeros meses fueron inténsamente difíciles. Sín ningún ingreso, Teresa se vió obligada a rogar por alimentos y provisiones. Experimentó una soledad extrema y dudas. Muchas veces estuvo tentada a darse por vencida y a volver a las comodidades de su antigua vida. Sin embargo, ella confió incansablemente en Dios e inició las Misionarias de la Caridad para cuidar de aquellos que eran una carga para la sociedad y rechazados por todos: el hambriento, los sedientos, los desnudos, los desámparados, los lisiados, los ciegos, los leprosos y todos los que se sentían no deseados y sin amor.
Cuando la Madre Teresa murió a los 87, las Misioneras de la Caridad tenían más de 4.000 miembros en 123 países manejando horfanatos, hospitales para pacientes de SIDA y lepra, comedores populares y escuelas, mientras cuidaban a refugiados, alcohólicos, pobres, ciegos, descapacitados, y desamparados, así como víctimas de inundaciones, epidemias, y hambrunas. Teresa era una mujer pequeña, de 90 libras que se dedicó por completo a servirle a Jesús y abandonó todo para seguir Su llamado. Literalmente sacó gente de las alcantarillas de Calcuta, personalmente cuidó sus heridas y los sostuvo en sus brazos mientras morían. No hay otra persona que haya hecho más por las causas humanitarias en el último siglo. Pero su principal motivación no fue solo hacer trabajo social humanitario sino adorar a Cristo en el más pequeño y débil de Sus hijos y llevalos a Él. Con corazón compasivo, manos extendidas y una vida cristiana, la Madre Teresa amaba a su prójimo y vivía el Evangelio.
Mirando su vida, es muy fácil idealizarla y pensarla como una "santa". Pero la realidad es que ella era una mujer corriente, no diferente al resto de nosotros. Luchó con las mismas dudas, miedos, incapacidad para ver claramente y dolor que todos experimentamos. No pasó sus días en meditación, desligándose y aislándose del mundo real. Hizo una elección consciente de compartir su suerte con los más pobres, compartir su escasa dieta, usar sus ropas ásperas, limpiar sus heridas leprosas y ofrecerles consuelo mientras morían en agonía. De hecho, se negó a permitir que alguien a su alrededor espiritualizara demasiado o incluso llamara la atención sobre ella. Dijo: "No tienes que ser un santo para hacer el bien. Necesitas manos dispuestas, no limpias". Se refirió a sí misma como nada más que "un pequeño lápiz en la mano de un Dios que escribe y está enviando una carta de amor al mundo”.
Un hombre llamado John Kavanaugh acudió una vez a ella buscando una respuesta sobre como debería pasar el resto de su vida. Cuando ella le preguntó que podía hacer por él, John respondió: "Ora para que tenga claridad". Ella le respondió firmemente, "No. No haré eso" Presionándola, John le dijo: "Pero tú siempre pareces tener la clase de claridad que yo estoy buscando". Riendo, la Madre Teresa miró a John y le respondió:“Nos aferramos a la claridad, pero claridad es lo que debemos dejar ir. Yo nunca he tenido claridad; siempre he tenido confianza. Asi que oraré para que confies en Dios".
Como cuerpo de Cristo en la tierra, estámos obligados a tender la mano, como Él lo hizo, a aquellos que están heridos y perdidos. Pero el camino de obedecer la comisión de Jesús de “ir a todo el mundo y predicar el Evangelio” no siempre es fácil. Hay temporadas de sequía, incertidumbre, dolor, miedo, y duda. Incluso Jesús, el Hijo de Dios, no estuvo exento de experimentar dolor, dificultades, rechazo, y traición durante Sus 33 años en la tierra. En Getsemaní, Jesús suplicó desesperadamente al padre para escapar de Su inminente tortura y muerte. Sin embargo, al final, dejó la decisión en las manos de Dios y simplemente confió. Él soportó el dolor de la Cruz para que los que estabamos perdidos en la oscuridad pudieramos ser reconciliados con el Padre. Y Dios tomó la peor cosa imaginable que jamás pudiera suceder, la tortura y la muerte de Su Hijo inocente, y la convirtió en el triunfo final sobre el pecado y la muerte.
Cuando respondes el llamado de Dios, hay momentos en que las cosas no tienen sentido, momentos en que Dios te llama a hacer cosas que realmente no quieres hacer. Pero aún cuando la imágen no está clara, cuando el camino por delante es turbio, Dios siempre está en control, obrando Su voluntad en nosotros y a través de nosotros. Él nunca nos prometió que siempre entenderíamos Sus caminos, pero sí que siempre estará con nosotros. Antes de ir a la cruz, Jesús, pronunció esta leccionadora declaración a Sus discipulos: “En este mundo, tendréis aflicción”. Pero la buena noticia es que Él no terminó ahí. Continuó diciendo “¡Pero anímense! ¡He vencido al mundo!”
Una vez que hemos elegido obedecer la comisión de Jesús, lo que nos mantiene en marcha es la confianza, una confianza inquebrantable en el amor de Dios. Todo se reduce a ella. No siempre entenderemos el panorama completo ni los frutos de nuestra labor. Podemos agonizar por todo el sufrimiento del mundo. Pero las palabras de Jesús resuenan: ¡Tengan esperanza! ¡He vencido al mundo! Ser un creyente significa que aún cuando no podemos ver, confiamos en Dios sin importar lo que suceda. ¿Confias en que Dios es bueno? ¿Confias en que Él está en control? Confía y ten la certeza que Él está obrando todo para el bien de aquellos que lo aman y son llamados conforme a Su propósito.
Versículo para Memorizar
En esto conocemos lo que es el amor: Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino de hechos y de verdad. (1 Juan 3:16–18 NVI)
Escrituras
Acerca de este Plan
Este devocional de 21 días de Gateway Church busca animarte e inspirarte a seguir la Gran Comisión de Jesús: "Vayan por todo el mundo y anuncien las Buenas Nuevas a toda criatura" (Marcos 16:15 NVI).
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