VamosMuestra
A la imagen de Dios
Por S. George Thomas
Paul Brand nunca olvidó su primer encuentro con leprosos. Como hijo de médicos misioneros que trabajan en el sur de India, estaba acostumbrado a que la población local acudiera a sus padres en busca de ayuda. Un día, vio a tres extraños que se dirigían a su casa. Tenían la piel con manchas blancas, sus dedos eran muñones, y uno no tenía dedos en los pies. Paul miró cómo su papá sacó guantes y se inclinó para lavar los pies de los extraños antes de aplicarles ungüento en sus llagas y vendarlos. Su mamá iba cargando una canasta con comida para ellos, pero mantuvo su distancia.
Cuando se fueron, Paul corrió a levantar la canasta vacía de comida, pero se detuvo en el camino cuando su mamá le gritó, “¡No toques eso!”. Él miró a su papá recoger la canasta, tirarla al fuego, y luego quitarse sus guantes, lavarse sus manos con jabón y agua caliente, y cambiarse toda su ropa. Cuando Paul les preguntó por qué se comportaron así, su padre dijo: "es porque ellos eran leprosos”. Paul sintió una punzada de miedo ante esas palabras. Él había oído hablar de ellos en las historias de la Biblia y sabía que nadie nunca se les acercaba salvo, Jesús.
Al ser la enfermedad más antigua, la lepra ha sido considerada durante mucho tiempo la enfermedad más temida. Aquellos que la contraían perdían el uso de sus manos y pies, y sus caras a menudo se desfiguraban. No se les permitían trabajar, y en la mayoría de los casos, fueron repudiados y apartados completamente de sus familias. Durante siglos, las víctimas de lepra tenían que gritar: “¡Impuro! ¡Impuro!” para advertir a cualquiera que se acercara a ellos. Eran los marginados, los no queridos. Abadonados y olvidados, se sentían solos y perdían toda esperanza.
Paul siguió los pasos de su padre y se matriculó en una escuela de medicina en Londres. Allí, conoció a Margaret, una cristiana brillante de Sudáfrica que luego sería su esposa. Cuando se graduaron, Margaret era la primera de la clase y Paul la seguía. Ambos tenían el deseo de dedicar sus vidas al servicio del Señor como misioneros médicos, y Dios abrió una puerta para que Paul tome un puesto de profesor de cirugía en un colegio médico cristiano en la India.
Un año después de mudarse a la India, Paul y Margaret visitaron un hospital para pacientes con lepra. Lo que vieron les rompió el corazón, pero también les impulsó a actuar. Al ver a los pacientes cojeando torpemente por el hospital con los pies fuertemente vendados, mirando sin esperanza con ojos ciegos e intendando sonreír débilmente con sus rostros desfigurados, tuvieron de repente esta sensación: “Por esto es que hemos venido aquí”. Profundamente afectados por la angustia y el sufrimiento de estos pacientes de lepra, Paul and Margaret Brand se dedicaron a aliviar su sufrimiento. Hasta ese momento, todo el mundo habría creído por miles de años que la lepra carcomía los extremidades de las personas hasta que se les caían por completo. Pero el Dr. Brand descubrió que no era así en absoluto. Descubrió que la lepra en realidad carcome los nervios de una persona hasta que no pueden sentir nanda, incluído el dolor. Y como no pueden sentir dolor, los leprosos son muy susceptibles a sufrir lesiones que les hacen perder sus extremidades y quedar desfigurados. ¡Fue un avance médico revolucionario!
Entonces, ¿por qué Paul descubrió algo que nadie había hecho antes durante miles de años? Porque se acercó a los leprosos de una manera en que nadie—salvo Jesús—había hecho nunca. Para él no eran casos; sino, hombres y mujeres creados a la imagen de Dios. No miró la enfermedad; miró a la persona. Él miraba más allá de los efectos de la lepra y a los ojos de los que la padecían. Prestaba atención con amor a todos los detalles de la vida de cada persona, ayudándolos a resolver sus problemas profesionales, relacionales y espirituales; de esta manera, rehabilitaba a la persona en su totalidad. Paul dijo: “Estas personas se sentían tan indeseables, no queridas y temidas; cuanto más los conocía, más me daba cuenta lo maravillosas que eran". Aquellos a quienes el mundo considera marginados, intocables e indeseables, Paul los vio como sus prójimos a quienes Dios le había llamado a amar. Y como resultado de su descubrimiento, pudo ayudar a los leprosos con los que trabajaba a regresar a sus familias y comunidades, empezar a ganarse la vida y a recuperar poco a poco su dignidad ayudándolos a verse a sí mismos como hechos a la imagen de Dios.
Jesús sanó a los leprosos que se encontraba. Perdonó a la mujer sorprendida en cautiverio. Pasó tiempo con los recaudadores de impuestos criminales. A los líderes espirituales no les gustó esto y trataron de convencer a Jesús que había mejores cosas que hacer con Su tiempo … mejores personas, más “aceptables y merecedoras” para que se junte con ellas. Pero Jesús, que había venido a “buscar y salvar a los que estaban perdidos,” se negó a dejar de mostrar Su amor y compasión a cada persona que encontraba porque sabía que cada uno fue creado a la imagen de Dios.
¿A quién consideras un “leproso”—el paria social, el marginado, la persona con la que no quieres relacionarte y mucho menos tocar? ¿La chica soltera que se quedó embarazada y abortó? ¿El jóven que nunca encontró el amor en ninguno de los lugares donde buscó y que, por tanto, se dedicó a la homosexualidad? ¿El hombre que acaba de salir de la cárcel tras cumplir una condena de 15 años por un delito sexual? ¿La jóven atrapada en una vida de drogas y prostitución? ¿El paciente cuyo cuerpo está devastado por el SIDA?
En realidad, la enfermedad más antigua de la humanidad se remonta al Jardín del Edén, cuando el hombre y la mujer sucumbieron por primera vez a la enfermedad del pecado. Y aun hoy sigue asolando nuestro mundo. Sus efectos devastadores son evidentes en todas partes, y los que la padecen están perdidos, enfermos, desesperados y solos. Dios nos creó a cada uno de nosotros a Su imagen, y Él nos llama a llevar Su imagen a un mundo que lo necesita desesperadamente. Paul y Margaret Brand creyeron esta profunda verdad en sus corazones, y sus vidas fueron un reflejo vivo de su fe. Como el cuerpo de Cristo, no podemos permitirnos olvidar nunca que todos y cada uno de los hombres, mujeres, niños y niñas atrapados en el pecado también han sido creados a imagen y semejanza de Dios, y que tenemos la única cura —Jesús—que puede sanarlos.
¿Quiénes son los “leprosos” alrededor tuyo hoy? Pidw a Dios que te muestre; luego sal y extiende Su amor sanador y perdón a ellos.
Versículo para Memorizar
En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo dio su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por los hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. 1 Juan 3:16–18
Escrituras
Acerca de este Plan
Este devocional de 21 días de Gateway Church busca animarte e inspirarte a seguir la Gran Comisión de Jesús: "Vayan por todo el mundo y anuncien las Buenas Nuevas a toda criatura" (Marcos 16:15 NVI).
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