[Serie 1 Juan] Nuestro amor y nuestra vidaMuestra

Jesucristo vino por tu corazón

En Houston, todos amamos el rodeo. Así comienza el rodeo: todos salen en un pequeño desfile y rodean la arena con banderas. Quienes participan se visten muy bien. Los caballos tienen adornos llamativos, poseen tachuelas con joyas, que se ven perfectas.

Imagina, por un segundo, que uno de esos caballos al comienzo del rodeo, con los destellos, la hermosa silla de montar, la melena y la cola cepillada, es un caballo de la competencia de montar a pelo. No puedes subirte. Se ve hermoso, pero el corazón del caballo no se someterá a ninguna autoridad.

En nuestras vidas, cuando nos mentimos a nosotros mismos, nos convertimos en ese caballo. Tenemos todo lo llamativo en el exterior cuando la gente mira y escucha, pero nuestro corazón es realmente como un bronco de montar a pelo. No queremos que nadie nos diga qué hacer. No queremos que Dios nos diga qué hacer. No queremos ser útiles. Queremos hacer lo que nos parece. Esa es la diferencia entre los caballos en el desfile de apertura y el caballo de montar a pelo. Los otros caballos son útiles; el bronco va contra la autoridad. Cuando no hacemos lo que decimos, ni caminamos de acuerdo con lo que somos, podemos mentirnos incluso si somos morales.

Retrocede en la historia de los Estados Unidos, en una época en la que todos, supuestamente, eran cristianos. ¿Recuerdas esos días? Todos eran cristianos. Pero en realidad no era cierto, ¿verdad? Se relacionaban un poco mejor entre ellos, y tal vez eran más propensos a ir a la iglesia. Pero el problema no es el exterior, sino el corazón. La gran noticia es que Jesucristo vino a cambiar tu corazón. Cuando tu corazón cambia, cambia quién eres. Entonces, ya no mientes a Dios. Ya no mientes a los demás. No te mientes a ti mismo. Caminas con Dios y, en consecuencia, él te pone en un proceso de crecimiento, para que lo que digas y hagas sea coherente. He estado en ese proceso por más de 30 años. Aunque todavía no soy perfecto, estoy mucho más avanzado que cuando empecé.

¿Dónde estoy en ese proceso de crecimiento con el Señor? ¿Mis palabras y acciones muestran que soy cada vez más útil para el Señor, o mi corazón todavía es rebelde?