[Serie 1 Juan] Nuestro amor y nuestra vidaMuestra

Estamos seguros de haberlo conocido

Cuando estudiamos un libro de la Biblia como en esta serie de 1 Juan, a veces es importante concentrarse en el texto para poder extraer de él un significado no tan obvio. En 1 Juan 2:3 encontramos la palabra: «saber», que, en griego, está en lo que se conoce como tiempo perfecto. Eso significa que hay alguna acción que ha tenido lugar en el pasado; una acción que ya se completó.

Si conocer a Jesús se completó en el pasado, entonces estos versículos de la Escritura no están hablando de salvación, sino de intimidad con Dios. Juan se centra en la imagen más grande de nuestra caminata cristiana, en lugar de en sus píxeles individuales. Si crees que nuestra salvación se enciende y se apaga de acuerdo con nuestras acciones actuales, entonces estaríamos yendo y viniendo todo el día, incluso mientras dormimos.

Con esta conjugación de la palabra «saber», vemos que Juan está hablando acerca de cómo tener una relación íntima y creciente con Jesucristo. Por lo tanto, nos llama «niños pequeños» y «hermanos y hermanas». Si has depositado tu fe en Jesús, te has convertido en un miembro de la familia de Dios. Ahora, la única forma de demostrarlo es vivirlo.

Como miembros de la familia de Dios, si no guardamos sus mandamientos, somos mentirosos. Mentimos a Dios, que es lo más tonto porque Dios lo sabe todo. Mentimos a otras personas, porque tratamos de presentar una imagen diferente de quienes somos. Y nos mentimos a nosotros mismos. El autoengaño es un problema grande, puesto que esto hace que nos metamos en problemas como creyentes en Cristo. Podemos pensar que, si nuestra moralidad está intacta, entonces nuestros problemas de autoridad entre nosotros y Dios, realmente no hacen la diferencia. Puedes ser tremendamente rebelde en tu corazón ante el Señor e independiente de Dios, incluso hacer que todo se vea bien, aparentemente normal. Dios aún te ama, se preocupa por ti y, como hijo pródigo, quiere que regreses.

Quiero ser honesto conmigo mismo. ¿Dónde estoy contigo, Señor? ¿Qué digo y qué hago? ¿Qué reclamo y cómo actúo? ¿Dónde está mi fe y dónde está mi obediencia? Si realmente soy tuyo, ¿lo vivo cada día de mi vida?