Mi hijo es diferente: apoyo para los altibajosMuestra
El devocional de hoy es de Alice Thomas, madre de un hijo con una rara discapacidad genética que está obsesionado con los delfines y Superman.
¿Qué pasa cuando estás enojado con Dios?
Mi esposo y yo sentados en silencio, atónitos mientras el neonatólogo nos decía que había una alta posibilidad de que nuestro bebé nonato tuviera una discapacidad. Seguí mirando la imagen del ultrasonido que tenía en mi mano, buscando los "marcadores" de los que estaba hablando. Salí de la cita aturdida, conmocionada y quebrantada. Me sentía herida y traicionada por quien siempre debería apoyarme, estaba enojada con Dios.
Fue hace 22 años que el neonatólogo nos dio la impactante noticia, y aún puedo recordar mi oleada de emociones. El pronóstico cambió el futuro de nuestras vidas. Toda la tristeza, decepción y ruptura que sentí cuando recibí la noticia se canalizó en ira.
La ira es una emoción primaria que merodea detrás de cada obstáculo, dificultad y contratiempo, esperando atacar y devorar. Si permito convertirme en su víctima, estaré más enojada, amargada y resentida. La ira no resuelta es una enfermedad infecciosa. Si no se trata, devasta el cuerpo, la mente y el espíritu destruyendo la alegría, la esperanza, la paz e incluso el amor. Afortunadamente, he aprendido cómo evitar que mi ira me debilite. Es una simple limpieza de tres pasos: preguntar, desahogar, y reafirmar.
Prueba estos tres pasos la próxima vez que te sientas enojado con Dios.
1. Preguntar. Siempre hay emociones profundas y secundarias detrás de la ira. La primera cosa que hago es encontrarlas. Me hago preguntas como: ¿Por qué esta situación me hace enojar? ¿Estoy enojada con Dios? ¿Qué esperaba que Dios hiciera? Se trata de eliminar toda la suciedad y sangre para que la herida pueda ser expuesta y tratada adecuadamente.
2. Desahogar. Me desahogo escribiendo. No me preocupo acerca de lo que estoy escribiendo o trato de detener el flujo de palabras porque se trata de liberar. He aprendido a no estar asustada o avergonzada de admitir cualquier cosa de Dios porque cuando desahogamos nuestra ira hacia Él, estamos siendo honestos con nosotros mismos. Dios ya lo sabe, así que podemos ser sinceros con Él.
3. Reafirmar. Después de desahogarme, la pregunta crítica que me hago cada vez que me enojo con Dios es:¿Confío en Dios? Al final, no se trata de lo que Dios hizo o no. Todo se reduce a si confío en Él o no. Trato de ser lo más precisa posible sobre exactamente para qué estoy confiando en Dios, así como fui precisa acerca de por qué estoy enojada con Él.
Yo reafirmo con una oración. Mi fórmula es muy simple: Primero reconozco mis miedos y preocupaciones y, a continuación, digo la frase: “pero yo confío en ti” para redirigir mi espíritu. Esta es una transición natural de toda la negatividad de desahogarse, y un recordatorio de esperanza. Este es el tipo de oración que hago:
Padre, no sé a dónde me llevará este viaje, y estoy asustada, pero confío en que estarás conmigo. Este no es el camino que hubiera elegido para mí, pero confío en Tus caminos, Tus pensamientos son más altos que los míos. Me siento abrumada e incompetente para ser madre de un niño con discapacidad, pero confío en que me darás la sabiduría necesaria cuando la necesite. Sé que empezaste esta obra en mi bebé y confío en que terminarás Tu obra en él.
Preguntando, desahogando, y reafirmando mi confianza en Dios me ayudó a vencer los sentimientos de enojo hacia Él después de recibir el diagnóstico inicial. Es algo que sigo practicando porque me trae mucha paz. “Pero yo confío en Ti, Dios” es mi mantra y mi arma elegida cada vez que veo la ira asomando su cabeza. Quita los ojos de mis circunstancias y los fija firmemente en Jesús.
Diario: Escribe tu propia oración “Pero yo confío en Ti, Dios”.
Acerca de este Plan
Este Plan Bíblico es para padres con niños con discapacidades, diferencias o cualquier tipo de necesidades especiales–sin importar en qué etapa estés de tu viaje particular. Lee a otros padres y partidarios sobre cómo lidiar con todos los sentimientos, abordar las pruebas, y disfrutar los triunfos cuando se trata de ser padre de un niño diferente.
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