[Serie Nuestra historia–Un repaso bíblico para católicos] Los Evangelios y el nacimiento de la iglesiaMuestra

Hechos, el nacimiento de la iglesia

La iglesia nace y difunde el amor de Dios en el mundo. ¿Cómo lo hace? A través de los hechos que manifiestan este nuevo nacimiento espiritual en Cristo que comienza en el corazón del creyente y que se extiende a sus hechos, a sus actos. De la abundancia de lo que Dios hace en el corazón de cada discípulo de Cristo, se manifiesta el fruto de la semilla del Evangelio.

Esta semilla es incontenible. No hay nada que la pueda apagar. Persecuciones, divisiones, dificultades; la iglesia tuvo que aprender a tomar decisiones difíciles como familia. Fue el Espíritu Santo de Dios el que, así como había prometido Jesús en la Última Cena, vino sobre la iglesia en el Pentecostés y al llenar del poder de Dios a personas que provenían de diferentes pueblos, razas y naciones; se extendió a lo largo y a lo ancho de la tierra. Nace así, la iglesia de Jesucristo.

El libro de los Hechos fue escrito por San Lucas, en el prólogo podemos ver la misma dedicatoria al excelentísimo Teófilo, alto funcionario romano. Al leerlo, puedes estar seguro de que, con lujo de detalles, Lucas nos relatará la historia del nacimiento de esta comunidad viva de creyentes que no hace más que continuar con la obra de Jesús en la tierra. 

El reino de Dios se extiende desde Jerusalén hasta llegar a Roma, y de Roma, al mundo conocido. El protagonista principal será el Espíritu Santo, que llena los corazones de aquellos que han decidido llevar a cabo la Gran Comisión. Nace de las últimas palabras de Jesús a sus discípulos: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19–20 DHH). 

Antes de que Jesús ascendiera a los cielos, dio instrucciones a sus apóstoles respecto de lo que debían hacer, por cuarenta días se dejó ver a ellos y les estuvo hablando del reino de Dios. ¡Imagínate lo que debe haber sido compartir ese tiempo junto a Jesús luego de haberle visto morir y resucitar! Tiempos preciosos de comunión, perplejidad, asombro, fe y al mismo tiempo, de cambios, de cosas nuevas, de nuevos desafíos que enfrentar.

Lo más maravilloso de todo esto es que Jesús no deja a sus discípulos solos, frente a semejante tarea. Es el Espíritu Santo quien descenderá del cielo para fortalecer, enseñar y guiar a los discípulos a toda verdad. Jesús había prometido que sería el Espíritu Santo quien les recordaría todas las cosas que él les había enseñado.

Puedes estar seguro de que es el Espíritu Santo de Dios, quien guiará tus pasos en tu caminar cristiano como miembro de la comunidad viva, de la familia de la iglesia de Dios. Es él quien te mostrará el camino a seguir a través de la Palabra de Dios y te llenará de su poder para mostrar con «hechos» que Dios está vivo y que desea ser parte de nuestra historia.