[Serie 1 Juan] LimpiadoMuestra

Una declaración de cambio

Confesión no es solamente liberarse de la culpa. Es también una declaración de cambio. Piensa en toda la Escritura que viene a tu mente y dice, «Señor, quiero que tú me hagas diferente».

En Hechos, la Biblia dice que hay un grupo de gente involucrada en brujería, que vienen y confiesan sus prácticas porque ellos intentan cambiar. Inclusive queman sus viejos libros de magia. Cuando Pablo dice confiesa con tu boca, que «Jesús es el Señor», es una declaración de cambio. Básicamente decimos, «Voy a seguir a Cristo, no haré más lo que yo quiera».

Cuando sucede la confesión, estás destinado a romper con el ciclo de pecado. Cuando confesamos nuestros pecados al Señor, a alguien más y nos disculpamos, sentimos alivio de la culpa porque hemos hecho algo bien, pero también es una declaración de cambio, porque nos colocamos en responsabilidad por nuestras acciones. 

Frecuentemente, preferiríamos decir nuestra confesión únicamente a Dios y no decirlo a nadie más. Esta opción nos da una aparente salida. Nadie sabe, excepto Dios, que nosotros sabemos que actuamos mal. Pero cuando confesamos nuestras equivocaciones a la persona con quien nos equivocamos, nos hacemos responsables por el cambio. Andy Stanley dice en su libro, “Enemigos del corazón”, «Recuerda que el propósito de la confesión no es aliviar tu conciencia. Es en efecto, el cambio y reconciliación en tu vida». 

¿A quién debemos confesar? A las personas que hemos herido. Hemos herido a Dios porque hemos pecado contra él, así que debemos confesar al Señor. También confesamos a las personas a quien herimos, «Siento mucho haber hecho eso. Eso te hirió. Lo siento». Ahora hemos sido colocados en una responsabilidad así que podemos decir, «Señor, dame la fortaleza para no hacer eso de nuevo. Yo sé que eso está mal, así que voy a esforzarme para no volver a hacerlo nuevamente».

Confesar no sirve solamente para que nos sintamos mejor. Es para restaurar la relación. Mantén tu lista corta. Tú no quieres estar en tu lecho de muerte pidiendo perdón a cada niño, primo, nieto y cuanta persona ingrese a tu habitación. Si dices algo que puede tomarse como una ofensa, en lugar de pasar toda la noche preocupándote por eso, solamente di, «Yo no quise que eso sonara así…» Asegúrate de que las cosas estén bien entre tú, Dios y los demás.