[Serie El amor de Dios por nosotros] Cuando un ser querido sufreMuestra

El Señor no te abandona

El Salmo 27 es la mejor conclusión para este plan devocional de siete días. Hemos hablado de todas las situaciones críticas en las que te encuentras, al cuidar a tu ser querido. El dolor de verlo en su lecho de enfermedad. La angustia de saber que no mejora y que cada día sus fuerzas disminuyen. Inclusive que estás enfrentando esta situación en soledad. Pero en medio de todo, Dios nunca te ha abandonado, ni lo hará. 

Dios tiene cuidado de ti. Hemos hablado de su amor, de su consuelo, de su gran misericordia, de su salvación, de su paz y podemos seguir enumerando todas aquellas cosas que están a nuestra disposición para que tomemos nuevas fuerzas y sigamos un día más sin desmayar. Pero hoy quiero invitarte a decir lo que dijo el salmista, reconoció que el Señor es su luz y su salvación. Cuando tenemos claro en nuestra mente y corazón que el Señor es nuestra luz, nada nos puede quitar la paz que sobrepasa todo entendimiento. Nada puede llegar a traer temor. 

Cuando entendemos que la salvación no está en los médicos ni en soluciones naturales, entonces trascendemos a lo eterno y vemos el valor de la salvación que nos da. ¿Ante su salvación, qué temor podemos tener? Sabemos que él está por encima de toda situación temporal en esta tierra, porque tarde o temprano todos moriremos. Hoy te invito a entender que la salvación del Señor nos llena de gozo en medio de la aflicción, que nos llena de paz en medio de la desesperación y nos permite apreciar las cosas desde otra perspectiva, su perspectiva. Ya desprendiéndonos de todo aquello que nos aqueja y aceptando los tiempos de Dios. 

Aunque sientas que todos te dejaron solo, enfrentando tanto dolor, Dios no te abandona. Siempre ha estado y seguirá estando. En él tienes refugio. 

Palabra de confianza de parte de Dios

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo?

Oremos

Señor, hoy te doy gracias porque eres mi salvación. Gracias porque en medio de mi dolor siempre estuviste para mí. Me has sostenido, me llenaste de paz. Puedo levantarme un día más y atender a mi ser querido con dedicación y amor porque tú me fortaleces. No estoy solo, tú estás conmigo. Ya no tengo miedo ni desesperación, tú estás en control de toda la situación. En el nombre de Cristo Jesús, amén.