[Serie El Señor te mantiene a salvo] ¡Tengo tanto miedo!Muestra

Cuéntale a Dios tus temores

El miedo, la ansiedad, el rechazo, la desesperación, la pérdida de esperanza y la impotencia estaban entre los sentimientos experimentados por los escritores de los salmos. Ellos, eran como cualquier otra persona que enfrentaron situaciones difíciles en la vida. Pero supieron tomar decisiones de cómo enfrentarlos. Compartieron sus sentimientos con Dios.

Al fijarnos un poco en el contexto de los Salmos 57 y 59, nos percatamos que quizás David escribió estas palabras llenas de temor, en un momento crítico de su vida. El rey Saúl lo perseguía para matarlo. ¡Su vida estaba en peligro! ¿Puedes imaginar el miedo que sentía? ¿La inseguridad de salir y ser visto por alguien que ejecutara esa orden del rey? Era mejor estar escondido, pero ¿dónde? ¿Podía acaso una cueva esconderlo del rey? Pero David escogió estar escondido debajo de las alas de Dios.

David sabía que podía contar con Dios en esos momentos de angustia y temor, por eso lo escribió con seguridad y lo cantó en su corazón, pero también a viva voz. Pero tú, ¿a quién acudes en los momentos de temor? ¿Cuál es tu refugio? Que Dios sea aquel a quien acudes, con quien abres tu corazón y derramas tus lágrimas, porque él es quien te levanta y te sostiene. Él es quien te cubre bajo sus alas, te da seguridad en tiempos de angustia y temor. 

Cuando enfrentes ataques verbales, esas palabras que te lastiman profundamente, la mejor defensa es quedarse en silencio y alabar a Dios. No dejes que esas palabras penetren en tu mente, sino deja que pasen de largo. Nuestra confianza está en la bondad, amor y fidelidad de Dios. En momentos de gran sufrimiento, hablar con Dios, recibir su amor, su gracia y fortaleza, permite no encerrarse en la autocompasión. Es un error frecuente en personas que se enfocan tanto en el problema que no pueden ver la salida. Explotar en venganza, es otra señal de haber caído en control del temor. Saber esperar, mirar hacia Dios y confiar que él hará es la opción de un hijo de Dios. Aprende a abrir tu corazón a Dios y esperar en él.

Oremos

Señor, ¿a quién iré sino a ti? ¿En quién confiaré, sino en ti, el único Dios poderoso? Tu gran amor, con que me amaste, sigue presente en mi vida cada día a pesar de los inconvenientes que puedan surgir, pero no estoy solo. Tú estás conmigo. Tus alas me protegen de los ataques de mis enemigos. En medio de la dificultad tú siempre estás, no me abandonas. Amén.