La implacable ternura de JesúsMuestra

¿No será que darnos cuenta de que Dios nos ama más allá de todas las cosas puede llevarnos a trabajar poco en nuestro espíritu y nuestra moral? En teoría, resulta razonable tener esta inquietud, pero en realidad sucede lo opuesto. Tú sabes que tu esposa te ama como eres y no como deberías ser. ¿Es esto acaso una invitación a ser infiel, indiferente y a tener una actitud de “vale todo”? Todo lo contrario. El amor provoca amor. Y la respuesta a su amor es, de hecho, vivirlo en completa libertad.

Cuanto más arraigados estemos en el amor del Señor, más generosamente vivimos y practicamos nuestra fe.

Es este amor el que nos permite amarnos a nosotros mismos sin excusas ni cuestionamientos. Nos amamos porque la fe nos ha convencido de que Dios también lo hace. Ya no nos preocupamos por nuestro crecimiento espiritual (el cual, de todas maneras, es una forma de idolatría). Si vivimos sobre la base de ser amados, nos movemos más allá de las exigencias opresivas que nos imponemos, más allá de los parámetros idealistas del ego que dictan lo que deberíamos y necesitamos ser.

Uno de los frutos más hermosos de conocer al Dios Jesús es tener una actitud compasiva para con nosotros. La fe en Él genera personas libres y seguras. El Dios de amor fomenta un pueblo de amor. Jesús fue quien fue por las experiencias que tuvo con el Padre. Aquellas experiencias lo liberaron de las preocupaciones internas y le permitieron relacionarse con la gente con calidez, soltura, compasión y amor liberador.

Es por este motivo que las Escrituras hacen tanto énfasis en la importancia de conocera Dios. Restaurar la imagen que tenemos de Él restaura a su vez la imagen que tenemos de nosotros mismos.

¿Lo conocemos realmente? ¿Conocemos al Dios Jesucristo? Quizás creemos que hay otras cosas más importante en el camino cristiano que conocer al Señor, como amarlo, adorarlo, agradecerle, guardar sus mandamientos o vivir una buena vida. Hay muchas cosas que hacen a la verdadera vida cristiana, pero todas ellas están basadas en el auténtico conocimiento de Dios.

Quizás creemos que porque somos cristianos, leemos la Biblia y sabemos mucho acerca de Dios, entonces lo conocemos. Nada puede alejarse más de la verdad. Nos servirá de poco aprender capítulos y versículos, dominar el lenguaje de la Escritura, si no tenemos para compartir en aquel lenguaje alguna experiencia de conocimiento del Señor en nuestra vida.