Luz en las Tinieblas Muestra

Día 3

¿Se siente bien cuando alguien nos defiende, cierto? Cuando somos acusados por algo que no hemos hecho y alguien se levanta en nuestra defensa, nos sentimos amados y cuidados. Pero se siente aún mucho mejor cuando somos defendidos a pesar de que hemos cometido una falta, de que hemos pecado; nos refleja una mayor muestra de amor.

Una defensa como esta la encontramos en Jesucristo. Juan comienza este pasaje diciéndole a sus lectores "Les escribo estas cosas para que no pequen...". Todo el capítulo anterior de esta carta de 1 Juan sirve como estímulo a que seamos intencionales en evitar el pecado. Pecar no es poca cosa: es insubordinación contra la ley de Dios, y un insulto a la obra de Cristo en la cruz.

A la vez, Dios conoce la debilidad humana, y en el capítulo anterior de esta carta se nos enseña que si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros (1:8). Conociendo la realidad del pecado, Juan nos deja la esperanza de Cristo Jesús como nuestro Abogado frente al Padre, Aquel que cada vez que pecamos se levanta frente al Padre en nuestra defensa, presentando su obra a nuestro favor, qua aplacó la ira de Dios. 

Cristo mismo fue la ofrenda entregada para aplacar la ira de Dios por nuestros pecados (Romanos 3:24; Hebreos 2:17), pero esto solamente ocurre cuando hemos depositado nuestra fe en Él, cuando nos hemos arrepentido de nuestros pecados y le hemos reconocido como Señor y Salvador de nuestras vidas.

La obra y sacrificio de Cristo se hace extensiva a cada persona en todo el mundo que deposite su fe en Él. Aquel que conoce a Jesús, que ha depositado su fe en Él, obtiene salvación. Juan nos enseña en este capítulo que la manera en la que podemos saber si lo hemos llegado a conocer es si guardamos sus mandamientos (v. 3-5). Nuestra obediencia a su Palabra es la evidencia de que le conocemos. Conocer a Cristo necesariamente produce obediencia a su Palabra (Juan 14:15), y aquel que dice que permanece en Él debe andar como Él anduvo (Juan 13:15).

Que nuestros corazones exalten al Señor porque en medio de nuestro pecado abogado tenemos frente al Padre y pidámosle que nos ayude a guardar sus mandamientos, a andar como Él anduvo.