Luz en las Tinieblas Muestra

Día 2

No es difícil darnos cuenta que somos pecadores. Lo vemos a diario, en nuestros pensamientos, en nuestras reacciones, en nuestras decisiones. El pecado está presente en nuestras vidas y el estar conscientes de esta realidad y saber qué hacer frente a nuestro pecado es parte de lo que necesitamos aprender para caminar en la luz. 

En un sentido general, pecado es todo aquello que se aparte de la santidad de Dios, todo aquello que sea contrario a su naturaleza y las verdades de las Escrituras y de manera específica, todo lo que nuble nuestro sentido de Dios y nos lleve a deleitarnos en otra cosa que no sea Él.

La verdad de que todo ser humano es pecador la encontramos a lo largo de las Escrituras. Por eso necesitamos un salvador. Todo pecador tiene una deuda con Dios, y cada pecado confirma y aumenta la deuda. Solo aquel que viva una vida perfecta y justa —sin un solo pecado— no tendría ninguna deuda. Más bien, tendría méritos para saldar la deuda por nosotros. Ese es el perfecto, Cristo Jesús.

El apóstol Juan deja claramente establecida la presencia del pecado en nosotros: "Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros" (v.8). El pecado es algo que hacemos porque es algo que somos, "Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).

Luego de establecer la presencia del pecado en nosotros, Juan continúa en el versículo 9 dejándonos ver aquello que necesitamos hacer de manera constante con nuestros pecados. En este versículo encontramos una condición, un hecho, y una promesa.

Condición: "Si confesamos nuestros pecados". Esta condición implica un arrepentimiento continuo por nuestros pecados. El arrepentimiento nos lleva a confesar de corazón nuestro pecado delante de Dios. 

Hecho: "Él es fiel y justo". Dios es un Dios que no falla a sus promesas y es pronto para perdonar.

Promesa: "Para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda maldad". Dios cancela la deuda del deudor de manera inmediata y nos lleva a la santificación a través de su limpieza en nosotros (cp. Isaías 1:18).

Confiesa tu pecado delante de Él, agradece y abraza su perdón y pídele que santifique tu vida y transforme en ti esas áreas de pecado y que te limpie de toda maldad, para que tu caminar sea agradable a Él.