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¿Realmente estamos escuchando?

Hace años, fui enviado a una parroquia donde su pastor de más de 20 años había sido removido por escándalos de pedofilia. Fue una situación horrible y fui allí como gerente de crisis. Se suponía que debía estar allí durante dos meses y terminé quedándome dos años. La parte interesante de esto, fue que era una iglesia grande pero necesitaba otros clérigos. Finalmente, conseguí que el obispo me enviara un ayudante que había crecido en la iglesia y que pensé que funcionaría muy bien. La iglesia lo conocía, él los conocía, lo que significaba que podría ser de gran ayuda para mí. 

En ese momento, también dirigía una estación de radio en Miami, yendo y viniendo, y pensé que realmente podría ayudarme con todo el trabajo pastoral. Tristemente, el nuevo sacerdote solo llegó a las 3 semanas, antes de tener que dejarlo ir. Verán, había una pareja de ancianos en la iglesia que asistían fielmente junto con su hija, quien había estado enferma la mayor parte de su vida y estaba en una silla de ruedas. Me encantó esta familia y lo pasé muy bien con ellos. Eran personas cariñosas y afectuosas, pero un día el anciano me llamó para decirme que no podía volver a la iglesia. No entendí y le pregunté qué había sucedido. Explicó que habían asistido a la iglesia y que hacía mucho frío. El nuevo sacerdote era un caballero pesado que vestía largas sotanas como yo. A menudo era cálido y tenía la costumbre de bajar la temperatura del aire acondicionado a donde le resultaba cómodo. La pareja de ancianos y su hija se congelaron y dijeron: "Padre, hace demasiado frío para nosotros", luego se volvió hacia ellos y les dijo: "¡Si no les gusta, pueden irse!" Cuando el hombre me contó esta historia, me rompió el corazón por dos razones. Primero, por la familia, que no se sentía bienvenida en su iglesia, pero el corazón del nuevo sacerdote me desconcertaba aún más. Porque pensé, ¿este es un ministro del evangelio de Jesucristo, que es incapaz de olvidarse de su propia comodidad y pensar en las necesidades de los demás?

A menos que estemos dispuestos a escuchar, no solo con nuestros oídos sino también con nuestros corazones, no podemos saber qué está sucediendo realmente en las vidas de las personas. Nos pasa todo el tiempo; en el liderazgo de la iglesia en todos los niveles y como líderes cristianos en el mundo. ¿Realmente estamos escuchando? ¿Estamos escuchando las necesidades de los demás? ¿Estamos prestando atención a las cosas que Dios quiere comunicarnos? Requiere un poco de humildad para escuchar atentamente y cuidar de las necesidades de los demás.