Panorama de la oración: Pablo a los tesalonicenses, parte 3Muestra
Santidad: vida en el Espíritu en respuesta a los llamados de Dios
Los llamados de Dios pueden parecer exigencias, pero en realidad son el aliento del Espíritu. Donde no sólo impulsan, sino que también nos dan vida; nos llaman a alcanzar nuevas alturas, nos llaman a tal fidelidad, ministerio, amor y gozo, que jamás ha entrado en nuestra mente e imaginación.
Pero debemos abrirnos al Espíritu, debemos situarnos en la corriente de Dios; sensibles y entendidos a la iluminación que el Espíritu trae para cada etapa de la historia. La iglesia debe ser dirigida por el Espíritu, para que pueda propagar su testimonio al mundo, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu.
Esto es lo que significa la santidad: la vida en el Espíritu en respuesta a los llamados de Dios, en el mundo de hoy y dentro de las diversas culturas de la tierra. Tenemos que ser santos, porque Dios así lo exige y Él cumple sus designios.
Además, el interés de Pablo va aún más allá de la salvación de los tesalonicenses. Desea que toda resolución motivada por la bondad y toda obra resultante de la fe, lleguen a su realización; y que los creyentes, finalmente puedan ser hallados dignos de entrar en aquel estado de completa perfección, para que sea alcanzada una meta aún más sublime, según se expresa en la segunda carta, versículo doce del capítulo dos: «para que el nombre Cristo sea glorificado en ustedes, y ustedes en Él conforme a la gracia de nuestro Dios».
Pablo ora, para que Dios cumpla todo propósito de bondad y seguramente el buen propósito de los tesalonicenses, era llevar a cabo las instrucciones que Pablo les había entregado en persona; como también las de la primera carta, donde los exhorta a la santificación, y otras más, que da al concluir la carta.
Algunos no crecen, porque no piensan crecer, y no cambian porque no piensan cambiar. El buen propósito precede la acción. Las dinámicas espirituales se dan de acuerdo a lo que nos proponemos, por ejemplo, ofrendamos de acuerdo a lo que Dios nos haya prosperado, si hemos propuesto hacerlo. También, nos abstenemos de toda especie de mal y contaminación, como Daniel, quien propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey de Babilonia. Igualmente, Pablo nos dice que se propuso al llegar a Corinto, «no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado».
Acerca de este Plan
Este es el tercero y último devocional, de un estudio sistemático de la oración apostólica, de la segunda carta a los tesalonicenses. El autor enseña, como los llamados de Dios pueden parecer exigentes, pero en realidad son el aliento del Espíritu a nuestras vidas. Dichos llamados nos demandan fidelidad, ministerio, amor y gozo. Por tanto, debemos situarnos en la corriente de Dios; y ser sensibles y entendidos a la iluminación que el Espíritu trae. La iglesia debe ser dirigida por el Espíritu, para que pueda propagar su testimonio al mundo, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu
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Nos gustaría agradecer a Basilio Patiño, de acuerdo con El Centro Network por proporcionar este plan. Para obtener más información sobre estas organizaciones, visite http://www.redrema.org y http://www.elcentronetwork.com