Un nuevo corazónMuestra

El corazón y su médico

Si tu esposo siempre te dice: ¡que fea estas!, o si la esposa expresa a su cónyuge: ¡que fea apariencia!; lo que revela es una condición del corazón, porque lo que nosotros hablamos, las palabras que decimos, revelan lo que está en el corazón. «De lo que tiene el corazón, habla la boca». Tú hablas lo que está dentro de ti, lo que eres, lo que sale de la fuente interna de tu vida. Es por eso que la necesidad del hombre es que su alma sea sanada, que sea transformada; para que no sea gobernada por todo lo confuso, todo lo que ha tenido el control de todos los aspectos de su vida. Por eso, la obra de Dios tiene que ser realizada en el corazón. 

El libro del profeta Jeremías dice que Dios examina los sentimientos y el corazón, es decir, que Dios es el cirujano del corazón, no de manera física, sino en los aspectos tratados en este devocional. Él no solo examina el corazón, sino que también tiene la solución, Él es el único que puede probar los corazones de los hombres, a fin de saber todo lo que hay en ellos. Dios no necesita saber lo que hay dentro del corazón del hombre, pero el hombre sí.

Cuando Dios dice que prueba nuestro corazón, no es que necesite hacerlo, pues Él es omnisciente; pero sí necesita demostrarnos a nosotros lo que hay dentro de nuestro corazón. Muchas veces las cosas que nos pasan, no es más que Dios probando nuestro corazón. No es que esté haciendo una prueba para ver que hay, ya lo sabe; es para que nosotros nos demos cuenta que necesitamos un cambio. El corazón del hombre está quebrantado; es perverso, engañoso, inclinado hacia el mal, está en oscuridad; por lo cual necesita un cambio, un médico, una medicina.

Por eso Dios en su obra, cuando se manifiesta a nuestras vidas, cuando somos depositarios de su Espíritu, trabaja arduamente en nuestro corazón. Es una obra, un proceso, en donde el Padre nos lleva a crecer en Él, cuando nos exponemos a las Escrituras, participamos de la vida en el cuerpo, Él lava nuestros corazones y los purifica de todo lo que ha sido parte de nuestra experiencia y de nuestra vida. Necesitamos permitir que la obra del Espíritu de Dios, realice este proceso continuamente, y que aprendamos a entregarle esos anhelos, intenciones, inclinaciones y pensamientos de nuestro corazón, para que nos de la fuerza para manifestar el poder de la nueva creación que ya somos en Cristo.