Anhelar en una manera equivocadaMuestra

Apresúrate y espera

Esperar es difícil. No importa cuántas veces escuchamos que el tiempo de Dios es perfecto, desde nuestra perspectiva, a veces Él pareciera estar retrasado. Nuestro cronómetro comienza a correr en el momento en que «hicimos nuestro pedido» en el mostrador de oración. Pero Él no opera conforme a nuestros plazos. Él se encuentra completamente aparte y más allá del tiempo: Él es el eterno que existe por sí mismo.

El tiempo de Dios es perfecto, aunque la única manera en que lo descubrimos es esperando en Él. La aparente demora lija nuestra alma para una mayor suavidad. Durante veinticinco años, Sara y Abraham esperaron el hijo que Dios les había prometido. ¡De hecho, para ser padres por primera vez, esperaron hasta tener la edad de ser bisabuelos! A una mujer de noventa años y a un hombre de cien años, Dios les dio un hijo cuyo nombre significa «risa».

Los años de espera, habían hecho de Abraham y Sara candidatos al asilo de ancianos, pero ese era el tiempo que Dios tenía planeado para cumplir su promesa. ¡De hecho, la demora fue lo que hizo que el milagro fuera milagroso! El tiempo perfecto del hombre destaca el ingenio del hombre; el tiempo perfecto de Dios destaca la provisión de Dios. Solamente uno de ellos perdura.

Si estás esperando que Dios te provea hijos, un cónyuge o una manera distinta de ganarte la vida, no te vayas tras el deseo de lo que percibes como "lo que sigue". En lugar de ello, confía en el Señor y sométete a Él. Espera en Él adorándolo y permitiéndole hacer crecer tu fe. El interludio de la espera es una oportunidad para calmar y suavizar tu ansioso corazón.

Sé que esperar suena extremadamente pasivo. Podrías igualarlo a sentarte en lugar de correr, pero, en realidad es correr un tipo de carrera distinta; esperar es una carrera más difícil. El esprint de actividad se convierte en un maratón de paciencia, mientras Dios cambia tu enfoque del exterior a tu interior. Si eso es lo que está sucediendo en este momento, debes saber que Él no te está reteniendo lo prometido, sino que está trabajando en ti, en un lugar que nadie puede ver.

Durante cada trecho de nuestra travesía, Dios está cultivando profundidad y madurez en nosotros. Cuando esperamos, entonces confiamos; renunciamos al control, y en su lugar nos es dada fe.