La Puerta De Los LabiosMuestra
La misión de las palabras
Cuando las palabras se dicen sin sentido, sin pensarlas antes de decirlas, es más el mal que provocan que el bien que debieran. La verdad es que uno de los causantes de mayores problemas en el mundo es ese débil control que se tiene de la lengua. La capacidad de pensar en las consecuencias de lo que decimos es una de las destrezas de las que más carece la humanidad.
El apóstol Santiago lo decía de esta forma: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Stgo. 3:5).
En ese capítulo 3, Santiago hace una exposición muy clara y precisa, de lo que sucede con una lengua no controlada. Habla de los caballos que pueden ser dirigidos y frenados, de las naves en el mar que son dirigidas por un pequeño timón y de la lengua, la cual es muy difícil de domar.
Las palabras salen para sanar o para herir, para destruir o para edificar. Las palabras llevan en sí una misión que depende de quien las dice. Cuán cuidadosos somos al hablar es algo que se verá en las palabras que decimos y la intención con que las decimos. Como hemos visto anteriormente, el rey David estaba muy consciente de esa responsabilidad y le rogaba a Dios en oración: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios" (Sal. 141:3).
Imaginemos esa escena, las palabras buscando salir de nuestras bocas y un guarda decidiendo si salen o no. La verdad es que no sucede así, al momento de hablar, hablamos y luego viene el arrepentimiento, esa sensación de sentirnos mal por lo que dijimos, sabiendo que va a ser muy difícil hacer volver atrás nuestras palabras.
Los que somos de Cristo, tenemos al Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas. Esa es una verdad maravillosa que nos da esperanza. Porque su poder nos ayuda en nuestra debilidad y nos va llevando a parecernos a Jesús, cada día más. Por lo menos, así debiera ser. Cuando nos sujetamos a su voluntad, cuando nos humillamos reconociendo que es Él quien puede ayudarnos a vivir de la forma que agrada a Dios, podemos descansar en que Él lo hará.
Necesitamos prudencia para callar cuando es más sabio callar que hablar. Necesitamos dominio propio, cuando quisiéramos decir cosas que no debiéramos y sabemos que no saldrán de nuestras bocas para bien. Oremos como David, y digámosle a nuestro amado Padre: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío" (Sal. 19:14).
Escritura
Acerca de este Plan
Callar o hablar, una de las decisiones más importantes que tomamos a diario. La sabiduría, la prudencia, el buen sentido son virtudes que necesitamos para hablar como conviene cuando conviene. La Palabra de Dios y el Espíritu Santo nos ayudan para que los dichos de nuestra boca sean gratos delante del Señor. En este plan la Palabra nos aconseja acerca del don del buen hablar.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://facebook.com/GrettchenStage