La Puerta De Los LabiosMuestra
La puerta de los labios
Siempre me ha impresionado la oración del rey David cuando le pidió a Dios: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios" (Sal. 141:3). Es una hermosa metáfora, porque literalmente no hay puerta en nuestra boca. ¿A qué se refería el rey? ¿Qué guarda era ese que podía vigilar la puerta de los labios?
En la Palabra de Dios encontramos muchas referencias acerca de las palabras, de lo que hablamos. El rey estaba consciente de que su hablar necesitaba prudencia y sabiduría, él era el rey. Lo que salía de su boca era en muchas ocasiones ley, las personas le temían y reverenciaban. El rey quería ser cuidadoso en la selección de sus palabras.
Pero también estaba claro en que necesitaba la ayuda de Dios, por eso solicitó ese guarda, que no es otra cosa que la ayuda divina para saber qué decir y cómo decirlo, así como qué no decir. Le podemos poner nombre a ese guarda y llamarlo Prudencia.
Estos son algunos de los atributos de la prudencia que encontramos en el libro de Proverbios. “En los labios del prudente se halla sabiduría; el que refrena sus labios es prudente; el hombre prudente calla; el que no hace caso de la injuria es prudente; el corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios; el que ahorra sus palabras tiene sabiduría".
Lo contrario es la imprudencia. El mismo libro de Proverbios nos habla de ella. “En las muchas palabras no falta pecado; hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; ¿Has visto hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él". ¡Cómo no vamos a necesitar un guarda en la puerta de nuestros labios?
El apóstol Santiago nos explica con mucho detalle el mal que puede causar la lengua refiriéndose a lo que hablamos. “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno" (Stgo. 3:5-6).
Es una expresión fuerte que tiene como objetivo crear consciencia de lo importante que es ser cuidadosos con las palabras. Por eso, creo que todos los que somos hijos de Dios, debemos hacer la misma oración del rey David y pedir al Señor que nos dé prudencia y sabiduría para que hablemos lo que le agrada, lo que bendice, lo que va a ayudar.
David también le decía a Dios: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh, Jehová, roca mía, y redentor mío" (Sal. 19:14). Su anhelo de agradar a Dios con sus palabras queda también demostrado en el siguiente versículo: “Yo dije: atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno" (Sal. 39:1).
Es así como debemos nosotros orar para que el Señor nos ayude y ponga guarda a nuestros labios.
Acerca de este Plan
Callar o hablar, una de las decisiones más importantes que tomamos a diario. La sabiduría, la prudencia, el buen sentido son virtudes que necesitamos para hablar como conviene cuando conviene. La Palabra de Dios y el Espíritu Santo nos ayudan para que los dichos de nuestra boca sean gratos delante del Señor. En este plan la Palabra nos aconseja acerca del don del buen hablar.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://facebook.com/GrettchenStage