El Reino al revés: Un estudio de 8 días a través de las BienaventuranzasMuestra
Viendo a Dios
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8
COMENZAMOS
Tras perder la vista durante la infancia por negligencia médica, Fanny J. Crosby llegó a componer más de 9.000 himnos, entre ellos “Grata certeza”, “Cristo, acércame a la cruz” y “Tuyo soy, Jesús”. La voluminosa producción de Crosby se debió a su extraordinaria mente. Según uno de sus colaboradores, Hugh Main, podía dictar dos himnos simultáneamente, alternando las líneas de cada poema y manteniendo ocupadas a dos secretarias.
Sin embargo, esto era solo una parte de su ministerio. Durante más de dos décadas, visitó a los marginados y oprimidos de la sociedad en las misiones de rescate de Manhattan. Crosby solía motivar a sus oyentes señalando el final de la vida, cuando los creyentes se encuentran cara a cara con Cristo. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha descrito esta esperanza culminante como la visión beatífica (1 Corintios 13:12).
DEVOCIONAL
Dios examina nuestras actitudes interiores, evalúa nuestros motivos y observa nuestro comportamiento privado. Esas motivaciones e intenciones del corazón son el punto focal del Reino.
OBSERVACIONES
El problema es que el corazón pecador de los que no conocen a Dios se repliega sobre sí mismo y se aleja de Dios. El resultado es la falsedad y el orgullo, dice Agustín, que conducen a un mayor aislamiento y conflicto. El corazón es el problema central. Incluso nuestros actos más humildes y altruistas —nuestro servicio a los demás y la búsqueda del bien común— se convierten inevitablemente en ocasiones para el orgullo. Nuestras pretensiones de pureza ocultan a menudo un pecado secreto.
Dirigiéndose a Dios, Agustín dice: “Nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Utiliza el singular “corazón” y no el plural “corazones”, sugiriendo que la humanidad comparte un corazón común y, por tanto, una necesidad común: que nuestro vacío se llene con la presencia purificadora de Dios. Esto es precisamente lo que el Espíritu de Dios logra a través de la Escritura, una transformación que rompe nuestro trance terminal.
Esta experiencia —el paso de la ceguera a la visión espiritual— es el camino de la salvación. Dirigiéndose a su congregación en Hipona, Agustín predicó: “Todo nuestro asunto en esta vida es restaurar la salud del ojo del corazón por el cual Dios puede ser visto”. Se trata de un ver que sobrepasa la vista. Es la visión de Dios.
APLICACIÓN
Esta Bienaventuranza nos recuerda con gracia que el foco de nuestra vista está indisolublemente unido al foco de nuestro corazón. La impureza y la visión de Dios no van juntas. Nosotros, que hemos mirado a Aquel que fue resucitado para nuestra justificación, no somos salvados para continuar en vidas de impureza. Más bien, somos salvados de la impureza a una vida nueva, un proceso gradual y desordenado (desde nuestro punto de vista) que valora cada vez más a Cristo por encima de las cosas vanas que más nos encantan.
Quien busca la pureza busca también al Señor y, como el sediento en el desierto, encontrará a ambos y saciará su sed para siempre. ¿Dónde está tu corazón?
Escritura
Acerca de este Plan
En las Bienaventuranzas (Mateo 5:2-12), Jesús nos insta a apartarnos del mundo, viviendo en una contracultura con una nueva identidad arraigada en Él. El Reino al revés examina esta sabiduría contraintuitiva y explora su relevancia para hoy.
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