El Reino al revés: Un estudio de 8 días a través de las BienaventuranzasMuestra
Cuando la pérdida se convierte en ganancia
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Mateo 5:4
COMENZAMOS
El filósofo y teólogo Nicholas Wolterstorff, afligido por la muerte de un ser querido, describe el alcance universal del sufrimiento en su libro Lamento por un hijo: “El sufrimiento oculta su rostro a cada uno mientras se da a conocer a todos... Somos uno en el sufrimiento. Unos son ricos, otros brillantes; unos atléticos, otros admirados. Pero todos sufrimos. Porque todos apreciamos y amamos; y en esta existencia presente nuestra, apreciar y amar producen sufrimiento”.
La ubicuidad del sufrimiento abre la puerta al inimaginable consuelo de Dios para cada uno de nosotros.
DEVOCIONAL
Cuando afrontamos una pérdida, podemos hacerlo con amargura, con estoicismo o con fe. Cuando elegimos responder con fe, iniciamos el proceso de duelo y nos abrimos al consuelo de Dios.
OBSERVACIONES
A lo largo de los siglos, los cristianos se han animado unos a otros a reconocer y aceptar el sufrimiento como parte de la vida. “Memento mori”, decían. Acuérdate de la muerte. Pero ese reconocimiento es cada vez menos frecuente. “Pocos de nosotros —señalaba J.I. Packer—, vivimos diariamente al borde de la eternidad… y salimos perdiendo por ello”. Este reconocimiento de la propia mortalidad pretendía dotar de sentido y urgencia a la experiencia humana.
Trágicamente, con demasiada frecuencia intentamos negar esta realidad, alejándonos de los demás para no ver su dolor y que ellos no vean el nuestro. Pero resulta que el aislamiento también nos separa de la fe, la esperanza y el amor, por no hablar de la alegría. Por mucho que intentemos negar nuestras emociones y acallar nuestro dolor, nuestros corazones siguen siendo vulnerables al dolor mientras tengamos aliento.
No hay forma de evitarlo. Mientras recorramos los caminos llenos de arena y clavos de este mundo roto, sufriremos y nos lamentaremos. Pero en lugar de huir desesperados, acerquémonos a Aquel que lloró con nosotros, que se identificó con nosotros hasta una muerte miserable, que intercede por nosotros en nuestras noches más oscuras del alma. De una manera que solo podemos comprender vagamente, Dios sufre con nosotros incluso ahora. Que este pensamiento reconforte a todos los que lloran, incluyéndonos.
APLICACIÓN
A menudo, es simplemente el pensamiento temeroso de la catástrofe lo que nos consume: el miedo a la enfermedad, la preocupación por nuestros hijos, la soledad, la desgracia financiera, la ansiedad por la vejez o los recuerdos desagradables. En resumen, sufrimos una persistente corriente de miedo que cautiva nuestra atención hasta el punto de que Cristo y sus propósitos eternos se desvanecen de nuestra vista.
Pero no sufrimos solos. Cristo permanece con nosotros. Otros ayudantes fallan y los consuelos huyen, pero el Señor permanece. Su presencia divina, que ahora reside en nuestros corazones, pronto llenará el universo, un resplandor que vencerá toda sombra diabólica para siempre. Ese día, “nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (ver Malaquías 4:2) y todo será hecho nuevo. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Sí, “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4).
Escritura
Acerca de este Plan
En las Bienaventuranzas (Mateo 5:2-12), Jesús nos insta a apartarnos del mundo, viviendo en una contracultura con una nueva identidad arraigada en Él. El Reino al revés examina esta sabiduría contraintuitiva y explora su relevancia para hoy.
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