Identidad

Cuando somos pequeñas tenemos la expectativa de cómo seremos de grandes, cómo será nuestra vida y cuánto tiempo nos tomará llegar ahí. Cuando somos adultos jóvenes se nos dice que “nos encontremos a nosotras mismas antes de establecernos” y que “está bien si nos toma un poco de tiempo.” Parece que nuestro tiempo pasa demasiado rápido. Se vuelve un tabú permanecer solteras y se nos hace sentir menos por nuestro estado civil.

Al entrar en mis 20 deseaba que mi estado civil ya no fuera soltera para finales de la década. Sentía como si de alguna manera sería menos mujer, profesional, adulta e incluso menos cristiana si comenzaba mis 30 aún soltera. Me desgasté intentando cumplir con las expectativas cambiantes del mundo.

De lo que no me di cuenta en ese momento es que estaba permitiendo que la cultura me definiera. Si la sociedad decía que yo era menos mujer por no tener un hombre, lo creía. Cuando la sociedad dijo que la madurez viene al tener un cónyuge e hijos, lo creí. Cuando no cumplí con el tiempo establecido por la sociedad para que estas cosas ocurrieran, me sentí vacía, sin valor, sin esperanza y llena de vergüenza. Sentí que no tenía nada que ofrecer a otros porque mi estado civil era soltera. 

Luego, aprendí lo que Dios dice sobre mí en Su palabra y elegí creerlo. Él me llama digna, elegida y completamente amada como Su hija. Creer lo que Dios dice que soy lo cambió todo. Mi vida ya no se trató de cumplir con las expectativas que otras personas establecían. Mi vida cambió para abrazar lo que Dios dice que soy y caminar en el camino que Él ha dispuesto para mí. Hoy, mi identidad reposa en el Único que me creó, no en mi estado civil. Como soltera en mis 30, sé que valgo porque Dios lo dice, y eso es suficiente. 

La soltería es una etiqueta puesta por el mundo, pero no es un indicador de quién eres o el valor que tienes. La palabra de Dios dice que eres una obra maestra, hecha a Su imagen. Fuiste creada con propósito para cumplir un propósito. No estás incompleta sin un cónyuge, y puedes tener un impacto duradero en el reino de Dios independientemente de tu estado civil. Eres elegida. Eres valiosa. Eres preciosa para Dios.