¿Quién es Jesús? Parte 4Muestra

Su momento glorioso fue la cruz

El relato de la crucifixión expuesto en Mateo 27 se asemeja al proceso de un nuevo emperador o rey que llega al trono. La trayectoria del ministerio de Jesús siguió este proceso de un gobernador israelita convirtiéndose en rey. Pero Jesús es un tipo muy diferente de rey que impulsó un reino mucho mejor que cualquier otro reino en este mundo. Él no es un rey que envía a su pueblo a morir por Él; es un rey dispuesto a morir por nosotros. 

El proceso de los reyes israelitas que llegaban al poder incluía su nombramiento, manifestación y coronación. Así que, ¿cómo fue Jesús nombrado rey? Por lo general, los reyes eran ungidos con aceite, que simbolizaba que el Espíritu de Dios estaba con ellos, empoderándolos para gobernar. Por ejemplo, David, el rey más grande de la antigüedad de Israel, fue ungido por el profeta Samuel cuando apenas era un joven pastor. Esto indicó que Dios había elegido (nombrado) a David para que un día llegara al trono. El momento de unción de Jesús fue un poco diferente. 

Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y, he aquí, una voz del cielo decía: “Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él”. Mateo 3:16-17 NVI

Dios mismo nombró a Jesús, lo ungió con el Espíritu en su bautismo. Así fue Jesús destinado a ser Rey. 

Pero, al igual que David, el nombramiento de Jesús no sucedió justo después de su unción. Tanto Jesús como David tuvieron que pasar por pruebas primero. David fue enviado por su padre a llevar provisiones para sus hermanos en el campo de batalla. Allí, se encontró con un guerrero filisteo que había estado provocando a Israel durante 40 días. Este hombre no era un simple soldado de infantería; Goliat era un luchador legendario gigante de 2,70 metros de altura. Pero David confió en Dios, así que, sin armadura ni espada, fue a encontrarse con Goliat y lo venció con una honda y una piedra. De hecho, esta fue la tercera vez que David se enfrentó a un oponente aparentemente imposible de vencer y ganó. Derrotó a un oso, a un león y, ahora, a un gigante. 

De manera similar, Jesús fue llevado al desierto durante 40 días para ser probado. Y tres veces, Satanás lo engañó y le presentó oportunidades para que renunciara a la misión que Dios le había encomendado. Pero Jesús nunca vaciló, confió en la Palabra de Dios, resistió cada tentación y demostró su compromiso frente a la oposición. Seguro, hubiera sido más fácil para Jesús y David ceder ante la presión, pero en cambio demostraron que serían reyes buenos y fieles. 

Finalmente, llegó el día en que David se convirtió en rey de todo Israel. 

En la crucifixión, a Jesús se le colocó una corona de espinas y una túnica. La inscripción en su cruz identificaba a Jesús como rey de los judíos, su propio pueblo. Fue crucificado como un criminal el viernes, pero el domingo, resucitó como Rey de toda la creación. 

Como seguidores suyos, hemos sido llamados a compartir las Buenas Nuevas que a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, nuestro Dios ha vuelto a ser Rey, su reino viene a la tierra como en el cielo, y todos nosotros hemos sido invitados a ser parte de su plan de redención para rescatar a la humanidad y restaurar la creación. Porque el día viene en que Jesús regresará y toda la creación lo reconocerá por quien Él es: Rey sobre todo.