La Economía Del ReinoMuestra

HACER DISCÍPULOS

Todos los economistas de la Historia coinciden en pocas cosas, pero una de ellas sí es claramente universal: Toda economía tiene que combinar el capital, la tecnología y los trabajadores. Si no hay obreros no hay producción, por muy automatizado que esté el proceso.

Jetro comprendió que su yerno Moisés no conseguiría gobernar él sólo al pueblo de Dios, y le aconsejó que se multiplicara en muchos hombres virtuosos.

Éxodo 18:25: “Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez.”

Servir a Dios es el empleo mejor pagado, de todos cuantos han existido o existen en el mundo, pues no solamente te proporciona un salario sobreabundante de todas las riquezas terrenales, aunque no para enriquecimiento personal, pero sí para participar de ellas, conforme a la necesidad que se tenga, y ser un canal justo de distribución.

Dios pone a sus siervos fieles en autoridad sobre todos sus bienes, celestiales y terrenales, porque todo le pertenece.

¡Absolutamente todo lo que hagamos ha de ser para Él y de corazón! Sincera, voluntaria y gozosamente.

¿Para qué nos ha redimido con su sangre nuestro Salvador?

¡Para que sirvamos con Él a Dios! (Hebreos 9:14)

Si estamos siempre con Dios, todas sus cosas son nuestras, en la misma manera que expresa Jesucristo su unidad con el Padre, siempre sujeto a su voluntad.

Juan 17:10: “Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío.”

Si queremos vivir abundando en todas las riquezas del Creador, hemos de permanecer continuamente a su lado, sirviéndole.

Haciendo discípulos para Cristo, usamos la llave de oro que nos abre la puerta del pescado, con resultados prodigiosos y abundantes, a pesar de la escasez de peces en los caladeros, por las muchas contaminaciones de los océanos, mares y ríos, porque el Señor se regocija en gran manera, al ver como multiplicamos el número de pescadores de hombres, y mueve las aguas con su brazo Omnipotente atrayendo los bancos de peces a las redes, con más delirio que si buscaran apareamiento, dándonos pescas milagrosas.

Miguel Díez